jueves, 1 de diciembre de 2016

Domingo primero de Adviento 2009.


1 Domingo primero de Adviento 2009. «Vigilad para que vuestros corazones no estén ofuscados». Durante este tiempo no sólo preparamos la próxima celebración del Nacimiento del Señor, su venida a esta tierra. Nos preparamos también porque Cristo viene a nuestra vida en cualquier momento, si le acogemos en nuestro corazón quitando todo obstáculo: para ello hemos de vigilar procurando que no esté ofuscado nuestro corazón. Cuando la religiosidad es soporífera; cuando la conciencia está vacía, inerte. Cfr. I Domingo de Adviento, Año C , 29 noviembre 2009; Jeremías 33, 14-16; Sal 25 (24); 1 Tes 3, 12 – 4,2; Lucas 21, 25-28.34-36 Lucas 21, 25-28.34-36: 25 «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. 27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.» 34 «Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados [«pesados»] por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones [los afanes] de esta vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Vigilad, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis comparecer delante del Hijo del hombre.» Salmo 25 (24): 4 Muéstrame tus caminos, Señor , enséñame tus sendas. 5 Hazme caminar en tu fidelidad, instrúyeme, pues Tú eres mi Dios salvador. 8 El Señor es bueno y recto; por eso enseña el camino a los pecadores. 9 Guía a los mansos en la justicia, enseña su camino a los humildes. 10 Las sendas del Señor son amor y fidelidad para los que guardan su alianza y sus preceptos. 14 El Señor es amigo de quienes le temen, a ellos les da a conocer su alianza. 1. En el Adviento preparamos la celebración de la Navidad, aniversario de la primera venida del Señor. Pero, además, queremos prepararnos para acoger al Señor que se hace presente en nuestra vida en cualquier momento si no ponemos obstáculos. o Así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo. Cfr. San Carlos Borromeo (1538-1584), Arzobispo de Milán, en las Cartas Pastorales, Acta Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917. La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros [el misterio de la Navidad], exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos. La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo. Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos. o Para detectar la presencia del Señor y acogerle en nuestro corazón, hemos de buscarle. ¿Cómo - dónde - se presenta el Señor en nuestra vida? Cfr. Juan Pablo II, discurso a los jóvenes suizos, en el Palacio del Hielo de Berna, el 6 junio 2004. 2 “El cristianismo no es un simple libro de cultura o una ideología, tampoco es un mero sistema de valores o de principios, por más elevados que sean. El cristianismo es una persona, una presencia, un rostro: Jesús, que da sentido y plenitud a la vida del hombre”. Lugares donde encontrar a Cristo. La difícil disciplina de la escucha. “Pues bien, yo os digo a vosotros, queridos jóvenes: no tengáis miedo de encontraros con Jesús. Es más, buscadle en la lectura atenta y disponible de la Sagrada Escritura, en la oración personal y comunitaria; buscadle en la participación activa en la Eucaristía; buscadle al encontraros con un sacerdote en el sacramento de la Reconciliación; buscadlo en la Iglesia, que se os manifiesta en los grupos parroquiales, en los movimientos y en las asociaciones; buscadlo en el rostro del hermano que sufre, que tiene necesidad o que es extranjero”. “No te canses de entrenarte en la difícil disciplina de la escucha. Escucha la voz del Señor que te habla a través de acontecimientos de la vida cotidiana, a través de las alegrías y sufrimientos que la acompañan, a través de las personas que están a tu lado, a través de la voz de la conciencia sedienta de verdad, de felicidad, de bondad y belleza”. o El Señor advierte que, para detectar su presencia, y escucharle y acogerle, hay que vigilar, procurando que nuestro corazón no esté ofuscado [«pesado»]. • Evangelio de hoy, vv. 34 y 36: «Guardaos de que no se hagan pesados [no estén ofuscados] vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones [los afanes] de esta vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis comparecer ante el Hijo del hombre.» o Podemos entender qué es un corazón pesado, ofuscado, recordando otros dos textos del Evangelio a) Cfr. Lucas 8,14: • Lo que cayó [semilla] entre espinos son los que oyeron, pero en su caminar se ahogan a causa de las preocupaciones, riquezas y placeres de la vida y no llegan a dar fruto. b) Cfr. Lucas 12, 13-21: • 13 Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.» 14 El le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» 15 Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.» 16 Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; 17 y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" 18 Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, 19 y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien." 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" 21 Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios». En la raíz de un corazón pesado u ofuscado, está: • el vivir el presente como si fuese definitivo; sobre todo cuando nos parece que están en nuestra mano todas las metas que tenemos en nuestra cabeza; • sobre todo cuando tenemos la sensación de que nada nos falta; o pensamos que todo está en regla; • Y como consecuencia ya no esperamos en el Señor. o El centro del mensaje de las Lecturas de este domingo está en que el Señor vendrá ciertamente, y que este mundo pasa y será renovado, y que hay que trabajar para el Señor. • Por una parte, los discípulos no deberán tener miedo, v. 28 del texto de San Lucas: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»; por otra parte, en las Lecturas se nos da a entender - por medio de un lenguaje simbólico – que este mundo pasa, que será renovado, y no podemos alienarnos poniendo nuestras raíces en lo que no tiene consistencia, porque todo pasará. Es decir, se trata de trabajar en esta vida no para uno mismo, sino para el Señor. • Gaudium et spes, n. 39 [Tierra nueva y cielo nuevo] Ignoramos tanto el tiempo en que la tierra y la humanidad se consumarán [Cf. Hechos 1,7], como la forma en que se transformará el universo. Pasa ciertamente la figura de este mundo, deformada por el pecado [Cf. 1 Corintios 7,31; S. Iren. Adv. haer. 5, 36 PG 7, 1222.]. Pero sabemos por la revelación que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra donde 3 habita la justicia[ Cf. 2 Corintios 5,2; 2 Pedro 3,13], y cuya bienaventuranza saciará y superará todos los anhelos de paz que ascienden en el corazón de los hombres [ Cf. 1 Corintios 2,9; Apocalipsis 21,4-5]. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios serán resucitados en Cristo, y lo que se sembró en debilidad y corrupción se revestirá de incorrupción [Cf. 1 Corintios 15,42.53]; y, subsistiendo la caridad y sus obras [Cf. 1 Corintios 13,8; 3,14], serán liberadas de la esclavitud de la vanidad todas aquellas criaturas [Cf. Romanos 8,19-21] que Dios creó precisamente para servir al hombre. La esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien excitar la preocupación por perfeccionar esta tierra. Y ciertamente se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo [ Cf. Lucas 9,25]. Mas la esperanza de una nueva tierra no debe atenuar, sino más bien excitar la preocupación por perfeccionar esta tierra, en donde crece aquel Cuerpo de la nueva humanidad que puede ya ofrecer una cierta prefiguración del mundo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir con sumo cuidado entre el progreso temporal y el crecimiento del Reino de Cristo, el primero, en cuanto contribuye a una sociedad mejor ordenada, interesa en gran medida al Reino de Dios[Cf. Pío XI, e. QA l. c., 207]. En efecto; los bienes todos de la dignidad humana, de la fraternidad y de la libertad, es decir, todos los buenos frutos de la naturaleza y de nuestra actividad, luego de haberlos propagado - en el Espíritu de Dios y conforme a su mandato - sobre la tierra, los volveremos a encontrar de nuevo, pero limpios de toda mancha a la vez que iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva a su Padre el reino eterno y universal: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz [Praefatio Festi Christi Regis]. Aquí, en la tierra, existe ya el Reino, aunque entre misterios; mas, cuando venga el Señor, llegará a su consumada perfección. 2. «Preparad los caminos del Señor»: la imagen del Salmo responsorial de hoy, salmo 25 (24). Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittura Anno C Piemme 1999 I Domenica di Avvento, pp. 14-15 o No todos los caminos son iguales: existe el camino del bien y el camino del mal, el de la paz y el del odio ... pp. 14-15 • “«Todo sendero, en cuanto camino de la investigación humana, es al mismo tiempo camino y desvío, progreso y extravío». Es uno de los mayores filósofos del novecientos, el alemán M. Heidegger quien, con esta frase , nos ayuda a descubrir este símbolo del adviento, el del camino: en efecto, es conocido el grito del Bautista «¡Preparad sus caminos!». La imagen del camino que hay que recorrer incide en el salmo responsorial de hoy, sacado de una súplica muy ferviente en el salmo 25 (24). Es suficiente con que nos paremos en los vocablos: «tus caminos, tus senderos, guíame 1 , el camino recto, mostrar, enseñar los caminos …» La Biblia repite con insistencia que no todos los caminos son iguales: existe el camino del bien, de la vida y de la paz y el camino del mal, de la muerte y del odio; existe el camino ancho y fácil pero del final trágico, y el áspero y estrecho que sube hasta el esplendor de Dios. El salmista pide a Dios que le guíe sobre el camino justo para no despistarse en el desierto. Es una oración también necesaria para nosotros, frecuentemente tentados por tantas desviaciones del camino maestro de la verdad y de la justicia, con frecuencia privados de una estrella polar para caminar en la noche de nuestras dudas, a menudo bloqueados por obstáculos aparentemente insuperables que nos obligan a paradas y bandazos. Una grande mística musulmana del siglo octavo, Rabi´a,, rezaba así: «Dios mío, yo me refugio en ti para defenderme de todo lo que me desvía de ti, de toda barrera que se interpone entre tú y yo, y cancela tu horizonte en mi camino». 1 Cfr. Temi di predicazione – Omelie, I Domenica di Avvento, Ciclo C , 6/2009 p. 17: “Según la mentalidad bíblica, la verdad no es una serie de nociones que hay que aprender, sino una relación en la que hay que entrar, es el vínculo con el Señor, roca estable sobre la que se ha de encontrar el agarradero y el fundamento de la propia existencia. El vocablo «verdad» lleva consigo la imagen de la roca sobre la que nos apoyamos y encontramos estabilidad. La verdad, roca forme de nuestra vida, es la Palabra fiel de Dios, que se inclina sobre nosotros, y «quiere salvar a todos los hombres». El Señor que guía en la verdad, dice el Salmo 24, guía a los humildes según la justicia, enseña a los pobres sus caminos. Hace entrar a los humildes y a los pobres en una relación en la que descubren que Dios es el primer «justo», porque es «fiel» y no falla en sus promesas”. 4 o Unas palabras del Señor en imperativo para el Adviento: una meditación sobre el tiempo y su valor. Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scrittura Anno C Piemme 1999 I Domenica di Avvento, pp. 16-18. Una imagen sobre el tiempo • “El conocido escritor argentino Jorge L. Borges, muerto en 1986, tiene un verso fulgurante que señalamos en la apertura del nuevo año litúrgico que se inaugura hoy con el Adviento: «No hay un instante de la vida que no esté cargado como un arma». Todo fragmento de tiempo está, en sí, rico de fecundidad y de mal, está lleno de fuerza como una semilla pero también como un explosivo peligroso de manejar. El texto del evangelio de hoy, leído tantas veces como un pronóstico apocalíptico del fin del mundo, en realidad es una meditación sobre el tiempo y su valor. Por un lado, en efecto, se trata de descripciones con imágenes que apreciaban los contemporáneos de Jesús sobre los «signos de los tiempos». Imágenes que, precisamente, están «cargadas como un arma», capaces de generar tensión, de inducir a la urgencia, de atraer la atención. Cómo el hombre debe acoger el tiempo: «Levantad la cabeza, estad atentos. vigilad, rezad» • Por otra parte, en cambio, estamos ante la representación del modo con que el hombre debe acoger el tiempo. Precisamente queremos fijar nuestra mirada sobre este mensaje del Jesús. Hay una secuencia de imperativos semejantes: «Levantad la cabeza, estad atentos. vigilad, rezad». El cristianismo no es una especie de dulcificante para poner en las amarguras de la vida sino que es como un toque de trompeta que turba el entorpecimiento nocturno y el gris de la indiferencia. El reconocimiento del carácter «inquietante» de la Palabra de Dios • Debemos reconocer con más frecuencia el carácter «inquietante» de la Palabra de Dios, su ser espada y martillo, su ser sal y lluvia, por usar algunos conocidos símbolos bíblicos. Amós, el profeta agricultor del siglo VIII a.C., declaraba (3, 6.8; 1,2): «¿Si suena la trompeta en la ciudad, no se alarmará el pueblo? Ruge el león: ¿quién no temerá? Habla el Señor Dios: ¿quién no profetizará?». Cuando nuestra religiosidad es soporífera. Con demasiada frecuencia nuestra religiosidad es soporífera, no conoce el «imperativo» sino solo un descontado «indicativo», no nos lleva a «alzar la cabeza» para reflexionar y para decidir. La espera que el Adviento suscita tiene también esta finalidad: introducir una espiritualidad del día y de la vigilancia y eliminar una actitud de reposo y de oscuridad. 49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!». Cuando la conciencia está vacía, inerte. El espíritu somnoliento y tenebroso es representado por Jesús sustancialmente con dos ejemplos que no son evidentes totalmente en una primera lectura. Por un lado las disipaciones y las borracheras y por el otro los afanes de la vida son, a primera vista, signo de una existencia movida, llena de actividad, de placer o de miedo, pero ciertamente no adormecida. Pero en realidad anublan la mente y el corazón, vuelven vacía e inerte la conciencia, encierran al hombre en la prisión del egoísmo. En el interior del vicio, de la agitación frenética, del gozo ciego, se esconde una especie de muerte del espíritu. Como dice un texto de los salmos, adorando a los ídolos, que son cosas muertas, nos convertimos semejantes a ellos: «son como ellos todos los que en ellos confían»» (115, 8). La vigilancia es necesaria para comparecer delante del Hijo del Hombre en el «día del Señor». El cristiano debe salir de esta telaraña de superficialidad y de banalidad porque está a la espera de una persona, de un día y de un evento, la persona de Cristo: (v. 36) «Vigilad para que tengáis la fuerza de comparecer delante del Hijo del hombre». El día es el del juicio que Jesús describe con la imagen del lazo: como los pájaros y las otras presas animales caen sin darse cuenta en la red preparada, así sucederá a los impíos que se encontrarán implicados en «el día del Señor». www.parroquiasantamonica.com

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