sábado, 24 de diciembre de 2016

Medicinas y anticonceptivos. Denuncia de Steven Mosher.



1 Medicinas y anticonceptivos. Denuncia de Steven Mosher. Era sociólogo proaborto de la progresista Universidad de Standford, pero se convirtió en defensor de la vida humana, al conocer de primera mano la brutal política del hijo único en China. Ha fundado y preside el Population Research Institute, que investiga cuestiones demográficas, desde el respeto a la vida humana. Steven Mosher ha visitado España para impartir, en la Universidad Francisco de Vitoria, el seminario El futuro de la población mundial. Aquí, denuncia el papel de España en las políticas antinatalistas Cfr. ¿Quieres medicinas? Usa anticonceptivos - Steven Mosher, Presidente del Population Research Institute, denuncia. «Hay que acabar con los programas de control de la población». Don Steven Mosher, Presidente del Population Research Institute, afirma que, aunque asuman nombres como planificación familiar, o salud reproductiva, estos programas «fueron diseñados para reducir las tasas de natalidad» en los países menos desarrollados. En estos lugares -explica-, se implantan casi siempre con la misma estrategia: «La Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, o el Banco Mundial, o el FMI, o el Fondo de Población de las Naciones Unidas, le dice a un país: Tenéis un problema de población. Hasta que no lo admitáis, no os daremos ayuda al desarrollo. Cuando este país -que necesita la ayuda- se rinde, llegan los expertos para diseñar un programa. En algunos casos, incluso toman el mando del Ministerio de Sanidad: sigue habiendo un ministro peruano, o nigeriano, pero en la oficina de al lado los expertos en población controlan el dinero, y lo redirigen de la atención primaria a la esterilización y la contracepción», cuando no al aborto. La imposición, al final, llega a la población: «Los funcionarios visitan a las mujeres en sus casas y les dicen Aquí tienes píldoras anticonceptivas -o condones-. Necesitas usarlos. Quizá son campesinas analfabetas. Por la relación de poder, para ellas es una orden. O les dicen: Sólo te daremos medicinas para tu hijo si accedes a usar anticonceptivos». o Mientras, la gente muere Además de violar los derechos humanos, estos programas «socavan la atención sanitaria básica. Cuando, en Perú o en Nigeria, se paga a los médicos y enfermeras para hacer esterilizaciones y abortos y distribuir contraceptivos, los pocos sanitarios que hay se emplean a fondo. Mientras, la gente muere de malaria, de neumonía o de apendicitis, porque quienes deberían ayudarles están esforzándose en el control de la población». Es lo opuesto a una verdadera ayuda al desarrollo, que se debería basar en la atención sanitaria básica. «También las personas preocupadas 2 por la natalidad deberían buscar este objetivo, porque ésta baja de forma natural si se reduce la mortalidad infantil». Todo esto, además, se hace en gran medida con el dinero de los españoles. El señor Mosher denuncia que «España está entre los diez donantes más importantes del UNFPA. En 2002, antes del Gobierno socialista, dio sólo un millón de dólares. En 2009, donó 53 millones. ¿Decidieron de repente los españoles que había demasiados africanos, o hispanoamericanos? Aquí hay millones de hispanoamericanos. ¿Por qué gastar dinero en reducir el número de hispanoamericanos, si los necesitáis para que vengan a trabajar? Si ese dinero se diera para atención sanitaria básica, podría salvar muchas vidas». Pero «se usa para evitar que existan». Cuando los países ricos pagan, médicos y enfermeras se emplean a fondo en controlar la población. A veces, se llega al chantaje. o Comida para el doble de gente Detrás de todo esto, está el mito de la superpoblación y el miedo que genera. Sin embargo, aunque «tenemos un problema demográfico», afirma don Steven, «no es que haya demasiada gente, sino, en muchos países, demasiada poca. Todo el mundo desarrollado», y, gracias a la coacción, «parte del menos desarrollado tiene ya tasas de natalidad por debajo de la de reemplazo [2,1 hijos por mujer]. La población mundial, que ahora tiene siete mil millones, tocará techo entre 2040 y 2050 con cerca de ocho mil, y luego empezará a descender». Y hay planeta para todos: «Según la FAO, con la tecnología agropecuaria actual podemos alimentar a 14 mil millones de personas». Por otro lado, «a medida que ha aumentado la población, todos los parámetros de bienestar han mejorado»: la esperanza de vida -ahora, a nivel mundial, es de 69 años, mientras que al final de la II Guerra Mundial eran 35 años-, la ingesta de alimentos per capita, la educación, la atención sanitaria... Esta mejora global se nota también en los países en desarrollo. Allí, «desde 1960, la población se ha duplicado. Pero los ingresos se han cuadruplicado, y también aumenta el bienestar». Si realmente hubiera superpoblación, los indicadores empeorarían. Entonces, ¿a qué se debe el alarmismo cuando se habla de la población? «Algunas personas piensan que, reduciendo el número de gente que vive en África, Hispanoamérica y Asia, habrá más recursos para los países más ricos». Don Steven responde que, «al final, el recurso fundamental son las personas. Cuanta más gente haya, habrá más mercado, más mano de obra, más inteligencias creativas...» Asimismo, ve un nuevo imperialismo en la idea de que «podemos subir a base de mantener a otros por debajo. También un racismo oculto, porque su idea es que hay la cantidad justa de gente como nosotros, pero demasiados como vosotros». La respuesta es la idea cristiana de «la igualdad fundamental de todos los hombres». Por ello, «es misión de la Iglesia luchar contra la idea inaceptable de que algunas personas, porque son ricas, pueden controlar a otras que son pobres». María Martínez

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