miércoles, 7 de diciembre de 2016

Una cultura del amor (11).


1 Una cultura del amor (11). El discernimiento de los sentimientos del corazón. Los bloqueos de todo signo (los bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el orgullo, la presunción, el fanatismo, etc.) son obstáculos para llegar al discernimiento. Cuando el hombre está sometido a estas realidades, oscila en sus decisiones continuamente, sin encontrar una solución a los problemas que tenga planteados, sin saber discernir el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que realmente es útil y lo que es perjudicial. Entre lo que es un bien para mí y un bien para los demás. Para el discernimiento se requiere una madurez de la mente, y que ésta supere la vaguedad. Cfr. Viernes IX semana del tiempo ordinario De los tratados de Balduino de Cantorbery, obispo (Tratado 6: PL 204, 466-467) o El Señor discierne los pensamientos y sentimientos del corazón Nosotros podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y, aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión. Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio u otra persona o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible. El discernimiento de espíritus nos lo da Dios. El discernimiento es la madre de todas las virtudes, y es necesario para corregir y para ordenar la propia vida. Está escrito: Hay caminos que parecen derechos, pero van a parar a la muerte (cfr. Proverbios 16,25). Para evitar este peligro, nos advierte san Juan: «No creáis a cualquier espíritu, sino averiguad si los espíritus son de Dios» (1 Juan 4,1). Pero, ¿quién será capaz de examinar si los espíritus vienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida. La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención. Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios y ante su presencia. Algunas notas sobre el discernimiento según el sentir común Los especialistas dicen que es un capacidad distinta de las de comprender, o razonar o analizar, o que, tal vez, sea el resultado final del uso de estas capacidades. Para el discernimiento se requiere una madurez de la mente, y que ésta supere la vaguedad. Hay muchos obstáculos para llegar al discernimiento, como el estar apegados - a las personas y a las cosas (y, por tanto, no estar desprendidos) -, y los bloqueos de todo signo, como podrían ser, por ejemplo, los bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el orgullo, la presunción, el fanatismo, etc. Cuando el hombre está sometido a estas realidades, oscila en sus decisiones continuamente, sin encontrar una solución a los problemas que tenga planteados, sin saber discernir el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que realmente es útil y lo que es perjudicial. Entre lo que es un bien para mí y un bien para los demás. Entre lo que es verdad y lo que es superstición. El discernimiento huye de los entusiasmos ciegos. (…) www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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