viernes, 6 de enero de 2017

Tres películas estrenadas en 2008: una celebración del valor positivo de la vida, aún en circunstancias de extremo dolor.



1 Tres películas estrenadas en 2008: una celebración del valor positivo de la vida, aún en circunstancias de extremo dolor. Cfr. Un cine en favor de la vida, en Alfa y Omega n. 629, 19 febrero 2009 XIV Edición de los Premios Alfa y Omega al mejor cine del año. Al menos cinco películas a favor de la vida se estrenaron en 2008: Juno; Bella; 4 meses, 3 semanas, 2 días; La escafandra y la mariposa; y The Princess of Nebraska. Cuatro de ellas relativas al drama del aborto y una, a la cuestión de la eutanasia. En un momento en que la dignidad de los seres humanos más débiles es impunemente atropellada por legisladores y políticos de numerosos países civilizados, parecen emerger películas contracorriente que celebran el valor positivo de la vida, aún en circunstancias de extremo dolor... [A continuación, críticas a tres de esas cinco películas] Y no son películas militantes, discursivas o reaccionarias, ni están dirigidas por líderes pro-vida. Son historias humanas sinceras y conmovedoras, que testimonian con sencillez la alegría de vivir. El 2008 también nos ha dejado películas que se han acercado con una mirada esperanzada a los conflictos internacionales más preocupantes: Israel, Palestina, Afganistán... son tratados con inteligencia en títulos como Oh, Jerusalén o Cometas en el cielo, películas que anteponen y prefieren lo que une a los hombres por encima de lo que les separa. Por otra parte, cintas como En el valle de Elah critican las nuevas formas de guerra y de intervención militar, alejadas de códigos nobles y principios morales, y otras como La ola nos alertan de las tentaciones populistas y autoritarias que pueden florecer fácilmente en el Occidente sumido en una crisis moral, económica y cultural. Tampoco falta la mirada crítica y, a la vez, luminosa y optimista de cintas de animación como Wall-E o Horton. Un año cinematográfico, en fin, que pone el dedo sobre muchas llagas. Fotograma de Juno o Juno, de Jason Reitman y guión de Diablo Cody El hijo del famoso director y productor Ivan Reitman, el joven canadiense Jason Reitman, que debutó con una inteligente comedia ácida en torno al mundo de las tabaqueras, Gracias por fumar, en Juno afronta, con frescura y talento, un tema nada fácil y rodeado de tópicos: el embarazo no deseado de una adolescente de dieciséis años. Juno -genialmente interpretada por Ellen Page- es una chica de Minnesota, hija de padres separados y de poco nivel cultural. Ella tontea con el buenazo de Bleeker, un chico del instituto, tímido y apocado. Un día, Juno queda embarazada. La primera opción es el aborto, casi como una respuesta automática, pero enseguida ella se da cuenta de que hay alternativas humanas. Pero lo que Juno tiene claro es que no está en condiciones de ejercer de madre. Ella, junto a su amiga Leah y sus padres, recorrerán un camino hermoso para llevar a buen puerto la inesperada situación. Juno es una comedia de estilo indie, no estrictamente realista, sino con ese aire poético, intrahistórico y amable que destilaban las películas de Capra. Gracias a ello, las críticas sociales de 2 fondo que plantea, que son unas cuantas, son fácilmente digeribles y asumibles. Pero no se trata sólo de una película a favor de la vida, en el sentido de que plantea salidas humanas a un embarazo no deseado; sino que la película reivindica también la familia como el lugar necesario para impedir la autodestrucción en una situación dramática; hace ver explícitamente cómo un amor entregado y verdadero debe preceder a una relación sexual plena; y plantea cómo la vida del niño es un bien objetivo, independientemente de cuáles sean las circunstancias en las que ha sido engendrado. El guión de esta grata historia, ganador del Óscar al mejor guión original, está escrito por Diablo Cody, una joven de Chicago nacida en una familia católica, que se ganaba la vida como stripper y teleoperadora de una hot-line antes de empezar a escribir. No es sospechosa de no saber nada de la vida. o La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel Julian Schnabel El cineasta neoyorkino Julian Schnabel se trasladó a Calais y a Lourdes para rodar un film enteramente francés. Quería llevar al cine La escafandra y la mariposa, el relato autobiográfico de Jean-Dominque Bauby. El reto era enorme, pues este libro describe las experiencias de su autor después de que sufriera un accidente cardiovascular y que le dejó en estado vegetativo. Se comunicaba a través del parpadeo de uno de sus ojos. Le deletreaban el abecedario y cada vez que cerraba el ojo significaba que elegía esa letra, y así iba formando palabras. E incluso llegó a dictar el libro del que hablamos. Jean-Dominque Bauby era el redactor-jefe de la revista Elle, tenía hijos, amante y una vida llena de éxitos profesionales. La brutal enfermedad le enseñó a mirar la vida de otra manera. Su pasado y sus relaciones familiares adquirieron un nueva perspectiva y fueron profundamente revisados en su conciencia. Los recuerdos y la imaginación se convirtieron en aliados de su energía vital y de su anhelo de salir adelante. Desgraciadamente, Bauby apenas logró sobrevivir poco más de un año, pero su libro -y el film- es un testimonio hermoso de amor a la vida. Éstas fueron las últimas palabras del libro: «¿Existen en el cosmos llaves que puedan abrir mi escafandra? ¿Una línea de Metro sin final? ¿Una moneda lo bastante fuerte para comprar mi libertad? Hay que buscar en otra parte. Allá voy». La esperanza frente a la desesperación. Secuencia de La escafandra y la mariposa 3 Llevar estas circunstancias al cine era muy difícil y, para poder asumir el reto, Schnabel contó con uno de los mejores guionistas británicos, Ronald Harwood, cuyas adaptaciones de la literatura son muy notables. También se apoyó en un reparto muy estudiado, encabezado por el conocido actor francés Mathieu Amalric, y con figuras como el veterano Max von Sydow -en un delicioso papel de padre del protagonista- y Olatz López Garmendia, esposa de Schnabel, que encarna también a un precioso personaje lleno de piedad cristiana. La escafandra y la mariposa tiene muchos ecos -incluso visuales- de El mundo de Marty, otra película francesa que se centraba en un personaje hospitalizado que tampoco podía moverse ni comunicarse. Sin embargo, son muy diferentes, ya que la actual es mucho más punzante, más precisa y aguda en sus toques de verdadera humanidad. Las secuencias del diálogo telefónico de Bauby con su padre, de las reflexiones sobre sus hijos o de los consejos de aquel amigo al que cambió un billete de avión no son sólo fruto de un buen guión: necesitan detrás a un hombre de verdad. Desde el punto de vista formal, el film es arriesgado, sobre todo en su primera media hora, dominada por planos subjetivos del protagonista. A medida que él empieza a salir de sí mismo, la cámara también lo hace, y comenzamos a tener un punto de vista más amplio. o Bella, de Alejandro Monteverde Tammy Blanchard, en Bella Tammy Blanchard es un pilar indiscutible de la película Bella, dirigida por el mejicano Alejandro Monteverde. La película, protagonizada por ella y por Eduardo Verástegui, cuenta una hermosa y sencilla historia: un famoso futbolista adquiere una sensibilidad especial hacia el valor de la vida tras un desgraciado accidente. Esa sensibilidad tendrá que ponerse en juego cuando despidan a una compañera de trabajo embarazada, interpretada precisamente por Tammy Blanchard. El film opta radicalmente por una ausencia de discursos a favor de la sugerencia silenciosa y elíptica. En el film no se discute sobre Dios, el aborto o sobre decisiones morales: todo se plantea en clave de miradas silentes y hechos discretos. Esta opción es un gran acierto, ya que nadie es juzgado en el film y se ahuyentan los adoctrinamientos moralistas. Si el film es un indudable canto a la vida, en la línea de Juno, lo es incluso más a la familia, entendida como factor de estabilidad social y personal insustituible. La familia como lugar de acogida y de perdón, como espacio donde la diferencia es abrazada y celebrada, y todo ello tratado con un humor que recuerda Mi gran boda griega, o Bodas y prejuicios. Por otro lado, la película es tremendamente latina, y reivindica una forma de vivir hispana en medio de la sociedad neoyorkina. Una forma de vivir en la que la familia y la religiosidad cristiana forman una amalgama en la que es posible preservar una identidad a contracorriente de los contravalores en boga. www.parroquiasantamonica.com

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