martes, 14 de marzo de 2017

Domingo 2º de Pascua, Ciclo C (2016). 2º Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. El Sacramento de la Confesión es el Sacramento de la Misericordia Divina. En el evangelio de hoy, Jesús transmite a sus discípulos el poder de perdonar los pecados (vv. 22-23): “Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid al Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos»”. Cuántos desiertos debe atravesar hoy el ser humano, sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos. He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo.



1  Domingo 2º de Pascua, Ciclo C (2016). 2º Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. El Sacramento de la Confesión es el Sacramento de la Misericordia Divina. En el evangelio de hoy, Jesús transmite a sus discípulos el poder de perdonar los pecados (vv. 22-23): “Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid al Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos»”. Cuántos desiertos debe atravesar hoy el ser humano, sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos. He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo.  Cfr. 2º Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, Año C, 3 abril de 2016 Todos los ciclos, A-B-C, de este domingo tienen el mismo evangelio: Juan 20, 19-31. Cfr. Temi di predicazione – omelie, Editrice Domenicana Italiana, n. 49 N uova Serie, Ciclo C, Napoli – Bari, pp.8-16; Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Universidad de Navarra 1999; Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva, Anni A-B-C, Tipografia Poliglota –vaticana 1983, p. 953. Juan 20, 19-31: 19 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. 21 De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo". 22 Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid al Espíritu Santo. 23 A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos". 24 Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré". Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: '¡Señor mío y Dios mío!' 29 Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haber visto". 30 Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. 31 Sin embargo, éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría (v. 20). “Esta es la alegría de los Apóstoles congregados en el Cenáculo de Jerusalén. Ella tiene su comienzo en la tumba desierta en el Gólgota, y en los corazones de esos hombres sencillos que “la tarde de ese mismo día, el primero después del sábado”, ven al Resucitado y escuchan de sus labios el saludo “¡La paz sea con vosotros!”. (Juan Pablo II, Homilía, 2ºDomingo de Pascua, 13 de abril de 1980) 1. La institución del sacramento de la Misericordia Divina  El Sacramento de la Confesión o del Perdón es el Sacramento de la Misericordia Divina. • Papa Francisco, Catequesis, Audiencia General del 19/02/2014: “Celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un abrazo caluroso: el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de la herencia, lo malgastó todo y luego, cuando no tenía nada, decidió volver a casa, pero no como hijo, sino como siervo. ¡Tanta culpa tenía en su corazón, y tanta vergüenza! Y la sorpresa fue que cuando comenzó a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: lo abrazó, lo besó e hizo una fiesta. Pues yo os digo: ¡cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza! Sigamos adelante por ese camino. ¡Y que Dios os bendiga!” • El texto evangélico de este domingo (Juan. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia Divina: narra la institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de la Misericordia Divina. • Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Universidad de Navarra 2004, nota 20, 19-23: “La misión que el Señor da a los Apóstoles (vv. 22-23), similar al final del Evangelio de Mateo (Mt 28, 18ss), manifiesta el origen divino de la misión de la Iglesia y su poder para perdonar los pecados. «El Señor, principalmente 2 entonces, instituyó el sacramento de la Penitencia, cuando, resucitado de entre los muertos, sopló sobre sus discípulos diciendo ‘Recibid el Espíritu Santo...’. Por este hecho tan insigne y por tan claras palabras, el común sentir de todos los Padres entendió siempre que fue comunicada a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores la potestad de perdonar y retener los pecados para reconciliar a los fieles caídos en pecado después del bautismo» (C. De Trento, De Penit.1).  Catecismo de la Iglesia Católica o Algunos aspectos de la relación entre la misericordia y la confesión de nuestras faltas.  La acogida de la misericordia exige la confesión de nuestras faltas. • n. 1847: "Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros" (S. Agustín, serm. 169, 11, 13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. "Si decimos: `no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia" (1 Juan 1, 8 - 9).  Necesidad del arrepentimiento para acoger la misericordia ilimitada de Dios. • n. 1864: "Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada" (Marcos 3, 29; Lucas 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.  La desesperación y la presunción se oponen a la Misericordia de Dios • n. 2091: El primer mandamiento condena también los pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción: Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia - porque el Señor es fiel a sus promesas - y a su Misericordia. • n. 2092 Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas, (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito).  «Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. • n. 1422: Artículo 4: El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. «Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones» (Lumen gentium 11). 2. El salmo responsorial de hoy: n. 117 L. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". Diga la casa de Aarón: "Su misericordia es eterna". Digan los que temen al Señor: "'Su misericordia es eterna" /R. L. La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Este es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo /R. L. Libéranos, Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor. Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine/ /R.  La piedra que descartaron los constructores, es ahora la piedra angular Cfr. Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva, Anni A-B-C, Tipografia Poliglota –Vaticana 1983, p. 953. • “El Antiguo Testamento recurre a veces a la metáfora de la piedra para indicar el punto de fuerza de un nuevo orden querido por Dios, y para delinear también la suerte feliz de cuantos se inscriben y la desgracia de los que lo repudian. Isaías 28, 16: «He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará». Isaías 8,14-15: «Dios 14 Será piedra de tropiezo, la roca desde la que se despeñen ... 15 Muchos tropezarán en ella, caerán y se harán pedazos, quedarán atrapados y presos». En conformidad con la imagen profética de la piedra como fundamento, el Mesías fue matado por los Hebreos («piedra descartada») y resucitado por Dios para ser la cabeza de un nuevo pueblo de elegidos, santos, sacerdotes del Altísimo («convertido en piedra angular»). (...) En el ámbito de la salvación total del hombre no existe otro fundamento que Cristo (Hechos 4,12; 1 Corintios 3, 11; cfr. Romanos 15, 20-21). 3 La seguridad de una construcción depende del fundamento. Quien pone a Cristo como fundamento con fe operativa, tiene la garantía de la vida eterna (Romanos 9,33; 1 Pedro 2, 6-11). Pero es fatal precipitar sobre un bloque o ser golpeado por él. Quien se arroja sobre Cristo, o quien es golpeado por su condena, está contra Dios y, por tanto, se pierde (Mateo 21, 44; Romanos 9, 32-33; 1 Pedro 2,8). A este propósito se podría recordar la comparación de la casa fundada sobre la roca y la fundada sobre la arena (Mateo 7, 24-27; Lucas 6, 47-49).” 3. Cuántos desiertos debe atravesar hoy el ser humano, sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo. Cfr. Papa Francisco, Mensaje de Pascua de 2013 o Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos. He aquí, pues, la invitación que hago a todos: acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo.  Pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero. • Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos. He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz. Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero. 4. Dios no se cansa de perdonar Cfr. Amigos de Dios, 215 • Advierte la Escritura Santa que hasta el justo cae siete veces [Proverbios 24, 16.]. Siempre que he leído estas palabras, se ha estremecido mi alma con una fuerte sacudida de amor y de dolor. Una vez más viene el Señor a nuestro encuentro, con esa advertencia divina, para hablarnos de su misericordia, de su ternura, de su clemencia, que nunca se acaban. Estad seguros: Dios no quiere nuestras miserias, pero no las desconoce, y cuenta precisamente con esas debilidades para que nos hagamos santos. Una sacudida de amor, os decía. Miro mi vida y, con sinceridad, veo que no soy nada, que no valgo nada, que no tengo nada, que no puedo nada; más: ¡que soy la nada!, pero El es el todo y, al mismo tiempo, es mío, y yo soy suyo, porque no me rechaza, porque se ha entregado por mí. ¿Habéis contemplado amor más grande? Y una sacudida de dolor, pues repaso mi conducta, y me asombro ante el cúmulo de mis negligencias. Me basta examinar las pocas horas que llevo de pie en este día, para descubrir tanta falta de amor, de correspondencia fiel. Me apena de veras este comportamiento mío, pero no me quita la paz. Me postro ante Dios, y le expongo con claridad mi situación. Enseguida recibo la seguridad de su asistencia, y escucho en el fondo de mi corazón que El me repite despacio: meus es tu! [Isaías 43, 1]; sabía -y sé- cómo eres, ¡adelante! No puede ser de otra manera. Si acudimos continuamente a ponernos en la presencia del Señor, se acrecentará nuestra confianza, al comprobar que su Amor y su llamada permanecen actuales: Dios no se cansa de amarnos. La esperanza nos demuestra que, sin Él, no logramos realizar ni el más pequeño deber; y con El, con su gracia, cicatrizarán nuestras heridas; nos revestiremos con su fortaleza para resistir a los ataques del enemigo, y mejoraremos. En resumen: la conciencia de que estamos hechos de barro de botijo nos ha de servir, sobre todo, para afirmar nuestra esperanza en Cristo Jesús. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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