jueves, 30 de marzo de 2017

Domingo 25 del tiempo ordinario. La sabiduría de la Cruz. El espíritu de servicio. Hay una difícil confrontación entre dos bienes: a) el bien anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos; b) otro bien – aparente- , que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. En esa difícil confrontación, el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honrados, se desgarra en sus difíciles opciones.



1 Domingo 25 del tiempo ordinario. La sabiduría de la Cruz. El espíritu de servicio. Hay una difícil confrontación entre dos bienes: a) el bien anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos; b) otro bien – aparente- , que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. En esa difícil confrontación, el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honrados, se desgarra en sus difíciles opciones. cfr. Domingo 25 tiempo ordinario Ciclo B- 2009 20 septiembre Evangelio Marcos 9, 30-37; 1Santiago 3.16-4.3; Sabiduría 2, 17-20; Salmo Resp. 53, 3-4; 5; 6.8 . Primera Lectura : Condenemos al justo a una muerte ignominiosa Lectura del libro de la Sabiduría 2, 12. 17-20 12 Los malvados dijeron entre sí: Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados. 17 Veamos si es cierto lo que dice, vamos a ver qué le pasa en su muerte. 18 Si el justo es hijo de Dios, Él lo ayudará y lo librará de las manos de sus enemigos. 19 Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor. 20 Condenémoslo a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quién mire por él. Salmo Responsorial. Del salmo 54 [Vg 53] El Señor es quien me ayuda. - Sálvame, Dios mío, por tu nombre; con tu poder defiéndeme. Escucha, Señor, mi oración y a mis palabras atiende. - Gente arrogante y violenta contra mí se ha levantado; andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado! - Pero el Señor Dios es mi ayuda, Él es quien me mantiene vivo. Por eso te ofreceré con agrado un sacrificio y te agradeceré, Señor, tu inmensa bondad conmigo. Segunda Lectura Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16-18.4, 1-3 Hermanos míos: Donde hay envidias y rivalidades, ahí hay desorden y toda clase de obras malas; pero los que tienen la sabiduría que viene de Dios, son puros ante todo; además, son amantes de la paz, comprensivos, dóciles. Están llenos de misericordia y buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia. ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando; ambicionan algo que no pueden alcanzar y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres. Evangelio según san Marcos 9, 30-37: En aquel tiempo Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero Él no quería que nadie lo supiera porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte; y tres días después de muerto resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaún; y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos, y el servidor de todos”. Después, tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado”. 1. Primera lectura: el libro de la Sabiduría; quién es el justo y quién el necio • El libro de la Sabiduría fue escrito probablemente en Alejandría de Egipto, alrededor del 30 a.C., para los judíos que estaban en contacto directo con el mundo pagano, y que eran perseguidos a causa de sus convicciones religiosas. El libro comienza con la invitación a elegir Dios y su justicia, fuentes de vida y de inmortalidad (Sap 1, 1-15), mientras los impíos eligen la muerte en cuanto buscan intereses egoístas y alegrías caducas (Sap 1,16-2.9), imponen su propia fuerza como regla de justicia (Sap 2, 10-11) y desafían de modo blasfemo y violento a los justos que reprueban a los impíos con su vida (Sab 2, 17-20). El justo en la tradición bíblica es el hombre que sabe referir todo al Señor: sabe leer la historia, los acontecimientos, la vida misma de cada día, a la luz del Señor, el que sabe recibir lo que le sucede como un don del Señor. «Impío» o «necio» es quien pone todo alrededor de sí mismo; es el hombre incapaz de ver la presencia de Dios en su vida. 2 • Según el libro de la Sabiduría, el impío piensa que el justo es una fastidio para él, porque es la conciencia crítica de su obrar; en lugar de admirarle e imitarle, como debería, prefiere someterle a prueba, incluso a la prueba de la muerte, saltándose las leyes humanas y divinas, para ver si el Dios en quien el justo confía le protege y le salva (vv. 18-20). En los versículos 21 y 22 del mismo capítulo se añade: “Así piensan, pero se equivocan... no conocen los secretos de Dios”. Los impíos se equivocan. Su actitud no corresponde a la que Dios quiere. Hay, por tanto, que cambiar. El justo, el fiel, el santo, ha de ser admirado y propuesto como modelo digno de imitación. Es verdad que el hombre fiel es un reclamo a la conciencia, pero esto debe ser causa de alegría y de gratitud. ¿Por qué no acudir a Dios con la confianza del justo en lugar de ponerle a prueba incluso con la muerte? • Todas esas acusaciones son usadas por los que crucificaron al Señor. [Mt 27, 39-44: “39 Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: 40 «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» 41 Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: 42 «A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo: "Soy Hijo de Dios."» 44 De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él.” 2. El Salmo responsorial • Aparece el nombre del Señor, es decir, su poder, y su acción salvadora y la confesión de confianza en él. En el fondo, late la seguridad de ser amados por Él, que es fiel a la Alianza. 3. Evangelio: el espíritu de servicio Según San Marcos el Señor anuncia tres veces su pasión, muerte y resurrección. • La primera ha sido leída el domingo pasado (Marcos 8, 31-35) y recordamos la oposición de S. Pedro y el claro reproche del Señor al mismo Pedro “por no pensar según Dios sino según los hombres”. • La tercera la encontramos en Marcos 10, 33-34: “33 Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 34 y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará.»” • La segunda vez es la que aparece en el Evangelio que acabamos de leer: el Señor instruye a sus discípulos mientras caminaban a través de Galilea: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte; y tres días después de muerto resucitará». - Hoy Marcos también nos explica la reacción de los discípulos ante esas palabras del Señor caminando por Galilea: «Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones». o Una discusión entre sí de los discípulos - E incluso Marcos nos dice que «en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante». Probablemente, sus preocupaciones versaban sobre el cargo que podrían tener en el gobierno futuro de la Palestina, cuando hubiese triunfado la revolución anti-romana. - Recordemos, a este propósito, que la tercera vez en la que predice su pasión, hay dos discípulos que le hacen una petición también interesada : “35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» 36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan». - Y por esto el Señor también les instruye afirmando con claridad: “42 Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser 3 grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»” Servir a todos o Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B Homilía de la Beatificación, en Génova el 22/09/1985 “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mt 9,35). Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó, convirtiéndose en “siervo” sufriente del Padre por la redención del mundo. Jesús ilustra con un gesto admirable el significado que quiere dar a la palabra “siervo”: y a los discípulos preocupados por saber “quién era el más importante”, les enseña que es necesario ponerse en el último lugar, al servicio de los más pequeños: “Acercando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37). Acoger a un niño podía significar, especialmente en aquel tiempo, dedicarse a las personas de menor consideración; preocuparse con profunda estima, con corazón fraterno y con amor, de aquellos a quienes el mundo no tiene en cuenta y la sociedad margina. Así Jesús revela el modelo de los que sirven a los más pequeños y a los más pobres. Se identifica con el que está en el último nivel de la sociedad, se oculta en el corazón del humilde, del que sufre, del abandonado, y por eso afirma: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”. El Señor sabe acercar con indecible amor a su cruz algunas almas elegidas valiéndose de las contradicciones de la vida, de las contestaciones de los hombres, de las humillaciones que brotan de la miseria moral del mundo. De este modo purifica el espíritu de sus santos, los hace capaces de recoger el mensaje de la cruz, hacerlo propio, vivirlo con intensa generosidad. Este acercamiento a la cruz de Cristo es un don que nace de la misteriosa actuación de la gracia divina y, a veces, desconcierta las perspectivas de quien piensa en términos terrenos. Y sin embargo, en verdad, Cristo anuncia siempre su misericordia precisamente a través de estas almas, a las que transforma en testigos excelsos de caridad, porque en las pruebas supieron “refugiarse en Él”, y pudieron “dar con alegría”, como hemos cantado en el Salmo. La llamada de Cristo y la fascinación del mundo o Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B Homilía de la Beatificación, en Génova el 22/09/1985 “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres” (Mc 9,31). En el Evangelio de hoy Jesús anuncia sus discípulos su pasión, los prepara a la comprensión de este misterio siempre presente en la historia de la salvación. Sin embargo ellos no comprenden sus palabras. Pero nosotros ¿las podemos entender? Lo que sucede en Galilea, en el coloquio que nos refiere el Evangelista Marcos, es un hecho perenne que se realiza siempre. Es el mensaje del Calvario que aparece siempre que se presenta al hombre el dolor, la pobreza, el sufrimiento. Jesús, pues, mientras anuncia que Él “va a ser entregado”, nos enseña una realidad perenne y dolorosa: Él será siempre entregado al hombre, a la historia de los hombres, a la sociedad, a la cultura, a la humanidad, a las generaciones siempre nuevas, que se interrogan como en un difícil desafío, sobre el significado de la vida y de la cruz de Cristo. En la historia que sigue a la muerte y resurrección de Cristo, se propone siempre de nuevo un apremiante dilema entre la llamada de Cristo y la fascinación del mundo, entre las opciones consiguientes a la fe y las que están vinculadas a una concepción inmanentista de la vida. Nosotros nos damos cuenta de que hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. Parece que de aquí nacen 4 como dos vías morales, dos éticas que son divergentes, y el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honestos, se desgarra en sus difíciles opciones. La fuerza transformadora de la gracia o Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B Homilía de la Beatificación, en Génova el 22/09/1985 Pero la Palabra de Cristo ¿acaso está entregada a la debilidad del corazón de los hombres, a sus pecados, a la impresionante oleada de amenazas morales que crecen en el mundo, o es capaz de transformar también el corazón humano, sosteniendo su fragilidad impulsándolo a buscar valores auténticos fundados sobre el ser, la libertad, la verdad? Estoy seguro de que también en nuestros días, como en el pasado, la levadura evangélica puede suscitar discípulos de Cristo capaces de realizar esfuerzos generosos, de intentar caminos nuevos y comprometidos en todos los sectores de la vida organizada, para poder dar al hombre una esperanza nueva y cierta, fundada sobre la fe viva en Jesús Crucificado. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre, convencido de que tanto en el nivel natural como en el divino el crecimiento del propio bien existencial se realiza y se articula con el esfuerzo por el crecimiento del bien de los otros. Pero estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34). También los que están cercanos a Cristo pueden ser envueltos por la tentación de un tipo de existencia que, queriendo pasar por moderna, se deja llevar del furor técnico y de la embriaguez de sus transformaciones, acabando por definirse materialista, laica, extraña a los problemas del espíritu; aparentemente más libre, pero en realidad, sujeta a la esclavitud que nace de una mayor pobreza del alma. No se ayuda al hombre a evolucionar en su condición de criatura social, si luego se le deja en condiciones de mayor pobreza por lo que se refiere a su espíritu. Jesús nos invita con el ejemplo a una elección concreta del último puesto para servir a los que han perdido en el tormentoso camino de la vida el sentido de la riqueza que viene de Dios. 4. LA INFANCIA ESPIRITUAL a) Hoy vemos en el Evangelio que el Señor, además de sus palabras, usa un gesto simbólico [como solían hacer los profetas, especialmente Ezequiel] para educar a los discípulos: “Después, tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado”. b) Jesús propone al niño – abrazándolo como señal de amor - como modelo a imitar, respetar y venerar. Jesús querría que los discípulos, identificándose con los pequeños, descubriesen la verdadera grandeza de la humildad, de la sencillez y de la infancia espiritual. No podemos olvidar en este momento otras palabras del mismo Señor: “En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»” (Mateo 11,25). “Y la actitud del niño que se abandona a sí mismo y extiende sus brazos hacia Dios, es la misma de los «pobres del Señor» frecuentemente exaltados en el Antiguo Testamento”. (...) No buscan el triunfo clamoroso, no aplastan a los demás para triunfar, no saquean ni oprimen, sino que se consagran a Dios y a los hermanos como canta el Salmo 131: «No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. No, mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre!»” (cfr. Ravasi p. 289). c) Para entender bien la fuerza de ese gesto simbólico del Señor, hay que tener en cuenta que el Señor, utilizando un niño como gesto simbólico para enseñar la sencillez, la humildad verdadera, etc., “echa por tierra una tradición bien consolidada en el antiguo Oriente, donde el niño era 5 considerado como una criatura marginal e imperfecta que no tiene nada que enseñar. Es significativa a este respecto la maldición de Isaías 3,4: «Les daré mozos por jefes, y mozalbetes les dominarán». También es neta la declaración de un antiguo maestro judío, el rabino Jochanam: «Desde los tiempos en que ha sido destruido el Templo, la profecía ha sido arrebatada a los profetas y dada a los locos y a los niños». (Cfr. Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 1996, pp.288-89). Santo Tomás dice a propósito de quien tiene poca edad: “La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4, 8): "la vejez honorable no es la que dan los muchos días, no se mide por el número de los años". Así numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta la sangre por Cristo (S. Tomás de A., s. th. 3, 72, 8, ad 2)”. Unos versos de Unamuno sobre la infancia espiritual «Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar; la hiciste para los niños. Yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar». www.parroquiasantamonica.com

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