jueves, 30 de marzo de 2017

El misterio de la Cruz: es un tesoro donde poner el corazón. La cruz es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible y material de la vinculación a Cristo. Es no sólo el signo de vuestra vida en Dios y de vuestra salvación, sino también -lo sabéis- el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas. (Benedicto XVI, discurso a los jóvenes en París).



1 El misterio de la Cruz: es un tesoro donde poner el corazón. La cruz es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible y material de la vinculación a Cristo. Es no sólo el signo de vuestra vida en Dios y de vuestra salvación, sino también -lo sabéis- el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas. (Benedicto XVI, discurso a los jóvenes en París). Cfr. Benedicto XVI, Discurso a los jóvenes, en el atrio de la catedral de NotreDame, 12 septiembre 2008 o El tesoro del misterio de la Cruz La cruz que llevamos colgada del cuello no es un adorno ni una joya, es el precioso símbolo de nuestra fe. Necedad para los que se pierden, fuerza de Dios para los que se salvan. En este año dedicado a San Pablo, quisiera confiaros un segundo tesoro, que estaba en el centro de la vida de este Apóstol fascinante: se trata del misterio de la Cruz. El domingo, en Lourdes, celebraré la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz junto con una multitud de peregrinos. Muchos de vosotros lleváis colgada del cuello una cadena con una cruz. También yo llevo una, como por otra parte todos los Obispos. No es un adorno ni una joya. Es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible y material de la vinculación a Cristo. San Pablo habla claramente de la cruz al principio de su primera carta a los Corintios. En Corinto, vivía una comunidad alborotada y revuelta, expuesta a los peligros de la corrupción de las costumbres imperantes. Peligros parecidos a los que hoy conocemos. No citaré nada más que los siguientes: las querellas y luchas en el seno de la comunidad creyente, la seducción que ofrecen pseudo sabidurías religiosas o filosóficas, la superficialidad de la fe y la moral disoluta. San Pablo comienza la carta escribiendo: "El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero, para los que están en vías de salvación -para nosotros- es fuerza de Dios" (1 Co 1,18). Después, el Apóstol muestra la singular oposición que existe entre la sabiduría y la locura, según Dios y según los hombres. Habla de ello cuando evoca la fundación de la Iglesia en Corinto y a propósito de su propia predicación. Concluye insistiendo en la hermosura de la sabiduría de Dios que Cristo y, tras de Él, sus Apóstoles enseñan al mundo y a los cristianos. Esta sabiduría, misteriosa y escondida (cf. 1 Co 2,7), nos ha sido revelada por el Espíritu, porque "a nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura; no es capaz de percibirlo porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu" (1 Co 2,14). Para los cristianos, la Cruz simboliza la sabiduría de Dios y su amor infinito revelado en el don redentor de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en particular, para la vida de cada uno. El Espíritu abre a la inteligencia humana nuevos horizontes que la superan y le hace comprender que la única sabiduría verdadera reside en la grandeza de Cristo. Para los cristianos, la Cruz simboliza la sabiduría de Dios y su amor infinito revelado en el don redentor de Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, en particular, para la vida de cada uno. Que este descubrimiento impresionante de Dios, que se ha hecho hombre por amor, os aliente a respetar y venerar la Cruz. Que no es sólo el signo de vuestra vida en Dios y de vuestra salvación, sino también -lo sabéis- el testigo mudo de los padecimientos de los hombres y, al mismo tiempo, la expresión única y preciosa de todas sus esperanzas. Queridos jóvenes, sé que venerar la Cruz a veces también lleva consigo el escarnio e incluso la persecución. La Cruz pone en peligro en cierta medida la seguridad humana, pero manifiesta, también y sobre todo, la gracia de Dios y confirma la salvación. Esta tarde os confío la Cruz de Cristo. El Espíritu Santo os hará comprender su misterio de amor y podréis exclamar con San Pablo: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo" (Gál 6,14). Pablo había entendido la palabra de Jesús -aparentemente paradójica- según la cual sólo entregando ("perdiendo") la propia vida se puede encontrarla (cf. Mc 8,35; Jn 12,24) y de ello había sacado la conclusión de que la Cruz manifiesta la ley fundamental del amor, la fórmula perfecta de la vida verdadera. Que a algunos la profundización en el misterio de la Cruz os permita descubrir la llamada a servir a Cristo de manera más total en la vida sacerdotal o religiosa. Es el momento de comenzar la vigilia de oración, para la que os habéis reunido esta tarde. No olvidéis los dos tesoros que el Papa os ha presentado esta tarde: el Espíritu Santo y la Cruz. Para concluir, deciros una vez más que confío en vosotros, queridos jóvenes, y que quisiera que experimentarais hoy y mañana la estima y el afecto de la Iglesia, y de este modo el mundo verá a la Iglesia viva. Que Dios os acompañe cada día y que os bendiga, así como a vuestros familiares y amigos. Complacido, os imparto la Bendición Apostólica, que extiendo a todos los jóvenes de Francia. [Traducción del original francés distribuida por la Santa Sede] www.parroquiasantamonica.com

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