viernes, 7 de abril de 2017

Cuaresma, 4º domingo Año C. El hijo pródigo y el Padre misericordioso. El itinerario del hijo pródigo. El examen de conciencia: «recapacitando». Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización. Importancia de la formación de la conciencia, para no ser objeto de manipulaciones ideológicas.


1 Cuaresma, 4º domingo Año C. El hijo pródigo y el Padre misericordioso. El itinerario del hijo pródigo. El examen de conciencia: «recapacitando». Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización. Importancia de la formación de la conciencia, para no ser objeto de manipulaciones ideológicas. Cfr. Cuaresma: 4C 2010 - Lucas 15, 1-3.11-32 - 14 marzo 2010 Lucas 15 1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: « Este acoge a los pecadores y come con ellos. ». 3 Entonces les dijo esta parábola. 11 « Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.14 « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. 17 Recapacitando, se dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. 19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. « Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta. 25 « Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30. y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" 31 « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." ¡EL HIJO PRÓDIGO RECAPACITA! LA IMPORTANCIA DE LA CONCIENCIA EN LA VIDA HUMANA. A. Diversos aspectos sobre el itinerario del hijo pródigo 1. Una visión del conjunto: Catecismo de la Iglesia Católica, 1439 • “El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el padre misericordioso» (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza”. 2. Al hijo pródigo sólo interesa el patrimonio (vv. 11-14) y rechaza las relaciones filiales. • “El padre ha sido reducido a un transmisor de un patrimonio. El patrimonio es todo lo que le interesa del padre; no los consejos, ni los valores ni los afectos. Pide su parte de la herencia como si hubiese ya muerto. La herencia que me corresponde: se recuerda de que es hijo sólo para reclamar su derecho a la herencia” (cfr. R. Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 101 – 106) 2 • S. Virgulin, El pecado, en Nuevo Diccionario de Teología ...., : (Lc 15). “Esta última parábola enseña que el abandono de la casa paterna por parte del hijo más joven indica el rechazo de unas relaciones filiales con el padre, es decir, la negativa a recibir todos los bienes del amor paterno, pretendiendo que no se tiene ninguna necesidad de él. Cuando regresa el hijo, el padre, superando todas las imposiciones de la justicia humana, perdona generosamente al hijo y lo trata con especial cariño, hasta el punto de suscitar la envidia del hermano mayor.” 3. Un trabajo infamante (vv. 14-16) • Después de malgastar el dinero viviendo lujuriosamente, “ se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a su tierra a guardar cerdos”. • “Ese trabajo, que no es ciertamente el más atractivo para un joven, para un hebreo de aquel tiempo era incluso una grande infamia, porque el cerdo era considerado un animal inmundo”. (Cfr R. Cantalamessa o.c.) 4. Un momento decisivo en la conversión: «Recapacitar». El examen de conciencia (vv. 17-20) • Recapacitando, se dijo: «¿Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”». Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre. • “En el inicio del cambio, está ese segundo en el que el joven «recapacita». Y después del instante en el que se dice a sí mismo «he pecado», hay ya una persona nueva. Todo lo que sigue después no es más que ejecutar una decisión que ha tomado. Cuántas cosas extraordinarias derivan, a veces, del coraje de recapacitar, de ponerse al desnudo delante de la propia conciencia”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c.). El examen de conciencia en el Catecismo de la Iglesia Católica La conversión se realiza en la vida cotidiana, mediante …. • CEC 1435: La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Cf Am 5, 24; Is 1, 17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (Cf Lc 9, 23). Importancia del examen de conciencia • CEC 1454: Conviene preparar la recepción de este sacramento [Reconciliación] mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los textos más adaptados a este respecto se encuentran en la catequesis moral de los Evangelios y de las Cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Cf Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6). • CEC 1779: Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria en cuanto que la vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización: Retorna a tu conciencia, interrógala... retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al Testigo, Dios (S. Agustín, ep. Jo. 8, 9). Qué es la conciencia • En CEC 1778, Newman al duque de Norfolk: “La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza... La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo” (Newman, carta al duque de Norfolk 5) (en CEC 1778) o Importancia de la formación de la conciencia, para que el hombre no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias o de abusos de los más fuertes sobre los más débiles. • Benedicto XVI, Discurso, a los participantes en el Congreso organizado por la Academia de las Ciencias de París y por la Academia Pontificia de las Ciencias, 28 enero 2008: “El hombre no es fruto del azar, ni de un conjunto de circunstancias, ni de determinismos, ni de interacciones fisicoquímicas; es un ser que goza de una libertad que, teniendo en cuenta su naturaleza, la trasciende y es el signo del misterio de alteridad que lo habita. Desde esta perspectiva el gran pensador Pascal 3 decía que «el hombre sobrepasa infinitamente al hombre». Esta libertad, propia del ser humano, hace que pueda orientar su vida hacia un fin, que por sus actos puede orientarse hacia la felicidad a la que está llamado para la eternidad. Esta libertad pone de manifiesto que la existencia del hombre tiene un sentido. En el ejercicio de su auténtica libertad, la persona realiza su vocación; se cumple; da forma a su identidad profunda. En el ejercicio de su libertad ejerce también su responsabilidad sobre sus actos. En este sentido, la dignidad particular del ser humano es al mismo tiempo un don de Dios y la promesa de un porvenir. El hombre tiene una capacidad específica: discernir lo bueno y el bien. Impresa en él como un sello, la sindéresis le lleva a hacer el bien. Movido por ella, el hombre está llamado a desarrollar su conciencia por la formación y por el ejercicio para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales que son la ley natural y la ley moral. En nuestra época, cuando el desarrollo de las ciencias atrae y seduce por las posibilidades ofrecidas, es más importante que nunca educar las conciencias de nuestros contemporáneos para que la ciencia no se transforme en el criterio del bien, y el hombre sea respetado como centro de la creación y no se convierta en objeto de manipulaciones ideológicas, de decisiones arbitrarias, ni tampoco de abuso de los más fuertes sobre los más débiles. Se trata de peligros cuyas manifestaciones hemos podido conocer a lo largo de la historia humana, y en particular en el siglo XX”. 5. La vida cristiana es una gran peregrinación hacia la casa del Padre • Juan Pablo II, Catequesis, 11/08/1999: Después de haber meditado en la meta escatológica de nuestra existencia, es decir, en la vida eterna, queremos reflexionar ahora en el camino que conduce a ella. Por eso, desarrollamos la perspectiva presentada en la carta apostólica Tertio millennio adveniente: "Toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicional por toda criatura humana, y en particular por el "hijo prodigo" (Lc 15,11-32). Esta peregrinacion afecta a lo intimo de la persona, prolongándose después a la comunidad creyente para alcanzar a la humanidad entera" (n. 49). B. vv. 20-21. A partir de este momento el padre es el protagonista. Dios «padre misericordioso» es el centro de la parábola del hijo pródigo. 1. El hijo había renunciado a la comunión familiar; el padre lo acoge en la alegría de la comunión restablecida • Juan Pablo II, Catequesis 8/09/1991: En el Nuevo Testamento, el perdón de Dios se manifiesta a través de las palabras y los gestos de Jesús. Al perdonar los pecados, Jesús muestra el rostro de Dios Padre misericordioso. Tomando posición contra algunas tendencias religiosas caracterizadas por una hipócrita severidad con respecto a los pecadores, explica en varias ocasiones cuan grande y profunda es la misericordia del Padre para con todos sus hijos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1443). Culmen de esta revelación puede considerarse la sublime parábola normalmente llamada "del hijo pródigo", pero que debería denominarse "del padre misericordioso" (Lc 15,11-32). Aquí la actitud de Dios se presenta con rasgos realmente conmovedores frente a los criterios y las expectativas del hombre. Para comprender en toda su originalidad el comportamiento del padre en la parábola es preciso tener presente que, en el marco social del tiempo de Jesús, era normal que los hijos trabajaran en la casa paterna, como los dos hijos del dueño de la viña, de la que nos habla en otra parábola (Mt 21,28-31). Este régimen debía durar hasta la muerte del padre, y sólo entonces los hijos se repartían los bienes que les correspondían como herencia. En cambio, en nuestro caso, el padre accede a la petición del hijo menor, que quiere su parte de patrimonio, y reparte sus haberes entre él y su hijo mayor (Lc 15,12). La decisión del hijo menor de emanciparse, dilapidando los bienes recibidos del padre y viviendo disolutamente (Lc 15,13), es una descarada renuncia a la comunión familiar. El hecho de alejarse de la casa paterna indica claramente el sentido del pecado, con su carácter de ingrata rebelión y sus consecuencias, incluso humanamente, penosas. Frente a la opción de este hijo, la racionalidad humana, expresada de alguna manera en la protesta del hermano mayor, hubiera aconsejado la severidad de un castigo adecuado, antes que una plena reintegración en la familia. El padre, por el contrario, al verlo llegar de lejos, le sale al encuentro, conmovido, (o, mejor, "conmoviéndose en sus entrañas", como dice literalmente el texto griego: Lc 15,20), lo abraza con amor y quiere que todos lo festejen. La misericordia paterna resalta aún más cuando este padre, con un tierno reproche al hermano mayor, que reivindica sus propios derechos (Lc 15,29 ss), lo invita al banquete común de alegría. La pura legalidad queda superada por el generoso y gratuito amor paterno, que va mas allá de la justicia humana, e invita a ambos hermanos a sentarse una vez mas a la mesa del padre. 4 El perdón no consiste solo en recibir nuevamente en el hogar paterno al hijo que se había alejado, sino también en acogerlo en la alegría de una comunión restablecida, llevándolo de la muerte a la vida. Por eso, "convenía celebrar una fiesta y alegrarse" (Lc 15,32). El Padre misericordioso que abraza al hijo perdido es el icono definitivo del Dios revelado por Cristo. Dios es, ante todo y sobre todo, Padre. Es el Dios Padre que extiende sus brazos misericordiosos para bendecir, esperando siempre, sin forzar nunca a ninguno de sus hijos. Sus manos sostienen, estrechan, dan fuerza y al mismo tiempo confortan, consuelan y acarician. Son manos de padre y madre a la vez. El padre misericordioso de la parábola contiene en sí, trascendiéndolos, todos los rasgos de la paternidad y la maternidad. Al arrojarse al cuello de su hijo, muestra la actitud de una madre que acaricia al hijo y lo rodea con su calor. A la luz de esta revelación del rostro y del corazón de Dios Padre se comprenden las palabras de Jesús, desconcertantes para la lógica humana: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión" (Lc 15,7). Así mismo: "Se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte" (Lc 15,10). • “Si le vio «cuando aún estaba lejos» es porque desde el día en que su hijo se había marchado, no había dejado de escrutar frecuentemente el horizonte. «Y se compadeció, y corrió a su encuentro.» Ninguna alusión a la pena que tenía, a sus razones, ningún reproche”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c.). 2. vv. 22-24: y se pusieron a celebrarlo; v. 23: vamos a celebrarlo con un banquete. El perdón y la reconciliación son fuente de alegría. La culminación de toda la historia salvífica se expresa en un banquete. • Juan Pablo II, Catequesis 22/09/1999: “Como Jesús nos explica en la parábola del Padre misericordioso (Lc 15,11-32), para él perdonar y reconciliar es una fiesta. El Padre, en ese pasaje evangélico, como en otros muchos, no solo ofrece perdón y reconciliación; también muestra que esos dones son fuente de alegría para todos.” En el Nuevo Testamento es significativo el vínculo que existe entre la paternidad divina y la gran alegria del banquete. Se compara el reino de Dios a un banquete donde el que invita es precisamente el Padre (Mt 8,11 Mt 22,4 Mt 26,29). La culminación de toda la historia salvífica se expresa asimismo con la imagen del banquete preparado por Dios Padre para las bodas del Cordero (Ap 19,6-9). • Juan Pablo II, Catequesis 28/02/1990: “La alegría forma parte de la renovación incluida en la "creación de un corazón puro". Es el resultado del nacimiento a una nueva vida, como Jesús explicara en la parábola del hijo pródigo, en la que el padre que perdona es el primero en alegrarse y quiere comunicar a todos la alegría de su corazón (Lc 15,20-32)”. Cristo es realmente el buen pastor • S.A. Panimolle, Amor, en Nuevo Diccionario de Teología Biblica, Ed. Paulinas 1990: “Cristo es realmente el buen pastor, que va en busca de la oveja perdida y no desiste en su empeño hasta haberla encontrado; cuando finalmente la encuentra, la pone sobre sus hombros, lleno de gozo, y celebra una gran fiesta con los amigos y los vecinos para hacerlos partícipes de su felicidad; ¡tanto ama el buen pastor a sus ovejas! (Lc 15,4ss). Obsérvese que las tres maravillosas parábolas de la misericordia divina (Lc 15,3-32) brotaron del corazón de Cristo para justificar su comportamiento amoroso y familiar con los publicanos y pecadores frente a las murmuraciones de los fariseos y de los escribas, los "justos" (Lc 15,1-3).” La fase final del reino tomará el aspecto de un banquete preparado por Dios para los justos • A. Sacchi, Comida, en Nuevo Diccionario de ....: “La idea según la cual la fase final del reino tomará el aspecto de un banquete preparado por Dios para los justos aparece varias veces en las palabras de Jesús. Está ya presente en la frase de Jesús sobre los invitados a las bodas, que no pueden ayunar mientras está con ellos el esposo (Mc 2,19 par). Este mismo concepto es el que se enuncia en la parábola del banquete nupcial, en el que no quieren participar los primeros invitados, dejando su sitio a otros que habían sido excluidos al principio (Mt 22,1-10 Lc 14,16-24); se encuentra también una alusión al banquete final en la parábola del hijo pródigo, para quien el padre prepara un banquete en el que el hermano mayor se niega a participar (Lc 15,23 Lc 15,28). Finalmente, Jesús presenta expresamente el reino de Dios como un gran banquete, en el que toman parte los paganos junto con Abrahán, Isaac y Jacob, mientras que los hijos del reino, esto es, los judíos incrédulos, quedan excluidos de él (Mt 8,11 Lc 13,28-29); de nada les sirve haber comido y bebido delante de Jesús durante su vida terrena (Lc 13,26), ya que la solidaridad con él, expresada en las comidas celebradas juntamente, ha sido solamente externa y momentánea por su culpa.” La salvación está en volver a los brazos de Dios, reconocido como Padre • V. Fusco. P. Gironi, Lucas, en Nuevo Diccionario ...., : “La misericordia, o sea, el amor y la bondad de Jesús con los pecadores y los marginados, los pobres y los excluidos, es otro tema particularmente entrañable para el evangelista Lucas. Como había declarado en el discurso programático de Nazaret (4,14-27), Jesús no 5 falló nunca en su misión, que él mismo define como haber "venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10), y que le valió el título irónico de "amigo de los publícanos y de los pecadores" (Lc 7,34) por parte de sus adversarios. Las "parábolas de la misericordia" contenidas en el capítulo 15, la parábola del buen samarita-no (10,30-37), la salvación ofrecida a Zaqueo (19,1-10) y la misma invitación de Jesús a ser "misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (6,36, que modifica el texto de Mt 5,48, invitando a ser "perfectos") atestiguan la constante atención de Jesús por todos aquellos que su ambiente consideraba como "perdidos". En esta actitud de Jesús debieron ver sus contemporáneos el comportamiento mismo de Dios, que se preocupa siempre del hombre, su criatura, a la que "ama" siempre (tal es el significado del término eudokía en Lc 2,14). La salvación está en volver a los brazos de Dios, reconocido como Padre (Lc 15,11-32). Este hombre, al que Dios ha tenido entre sus dedos y sus manos creadoras (Ps 8), no puede considerarse "perdido", no puede menos de "volver a su Padre" (Lc 15,18). En el evangelio, el verbo "perder" no indica la pérdida de la existencia física o el extravío de algo que aprecia el hombre (Lc 15,4 Lc 15,8). Significa más bien la muerte escatológica, la condenación y la perdición de todo el hombre, el ser arrebatado de las manos de Dios (Jn 10,29). Con su insistencia en la misericordia (expresada por el verbo splanjnízomai, que remite al sentimiento materno), el evangelista Lucas presenta a Jesús en la actitud de salvar al hombre de este riesgo trágico. Por eso en el evangelio están aquellos que acogen "con gozo", "deprisa", "enseguida", "hoy mismo", este interés de Jesús: son María, Zaqueo, los pastores, los apóstoles, los pecadores, los marginados.” 3. Nuestro trato con ese Padre misericordioso: lleno de sinceridad y confianza • Es Cristo que pasa, 64: (...) Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a El, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos con su gracia. Mirad que no estoy inventando nada. Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo 1 . Cuando aún estaba lejos, dice la Escritura, lo vio su padre, y enterneciéronsele las entrañas y corriendo a su encuentro, le echó los brazos al cuello y le dio mil besos 2 . Estas son las palabras del libro sagrado: le dio mil besos, se lo comía a besos. ¿Se puede hablar más humanamente? ¿Se puede describir de manera más gráfica el amor paternal de Dios por los hombres? Ante un Dios que corre hacia nosotros, no podemos callarnos, y le diremos con San Pablo, Abba, Pater!, Padre, ¡Padre mío!, porque, siendo el Creador del universo, no le importa que no utilicemos títulos altisonantes, ni echa de menos la debida confesión de su señorío. Quiere que le llamemos Padre, que saboreemos esa palabra, llenándonos el alma de gozo. La vida cristiana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro padre, mediante la conversión La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre. Volver mediante la contrición, esa conversión del corazón que supone el deseo de cambiar, la decisión firme de mejorar nuestra vida, y que —por tanto— se manifiesta en obras de sacrificio y de entrega. Volver hacia la casa del Padre, por medio de ese sacramento del perdón en el que, al confesar nuestros pecados, nos revestimos de Cristo y nos hacemos así hermanos suyos, miembros de la familia de Dios. Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso del hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón, que tengamos añoranza del hogar de nuestro Padre, que nos maravillemos y nos alegremos ante el don que Dios nos hace de podernos llamar y de ser, a pesar de tanta falta de correspondencia por nuestra parte, verdaderamente hijos suyos. www.parroquiasantamonica.com 1 Cfr. Lc 15, 11 ss 2 Lc 15, 20

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