viernes, 12 de mayo de 2017

Familia. Los hijos y el botellón. Mensajes en miles de botellas. No sabemos escuchar a los adolescentes. No estamos dispuestos a ponernos en su lugar ni a su lado: falla la comunicación. Los padres carecen de las estrategias para tratar a sus hijos en estas edades, mientras que la sociedad se limita a lanzarles los cantos de sirena del placer, la diversión, el éxito fácil y el consumo. Ellos se comunican entre sí mediante el móvil o las redes sociales, mientras que a sus padres y a la sociedad les mandan mensajes cifrados dentro de miles de botellas que quedan tiradas en la vía pública tras una noche de juerga.



1 Familia. Los hijos y el botellón. Mensajes en miles de botellas. No sabemos escuchar a los adolescentes. No estamos dispuestos a ponernos en su lugar ni a su lado: falla la comunicación. Los padres carecen de las estrategias para tratar a sus hijos en estas edades, mientras que la sociedad se limita a lanzarles los cantos de sirena del placer, la diversión, el éxito fácil y el consumo. Ellos se comunican entre sí mediante el móvil o las redes sociales, mientras que a sus padres y a la sociedad les mandan mensajes cifrados dentro de miles de botellas que quedan tiradas en la vía pública tras una noche de juerga. Publicado el 24/03/2014 por blogfamiliaactual - Pilar Guembe y Carlos Goñi No escuchamos a los adolescentes. Ellos llaman nuestra atención a su manera, pero nosotros seguimos instalados en nuestras cosas y pensando que están en la “edad del pavo” y que nada podemos hacer. Así que, en el momento vital que más necesitan hablar, no se sienten escuchados. No sabemos escuchar a los adolescentes. No estamos dispuestos a ponernos en su lugar ni a su lado: falla la comunicación. Los padres carecen de las estrategias para tratar a sus hijos en estas edades, mientras que la sociedad se limita a lanzarles los cantos de sirena del placer, la diversión, el éxito fácil y el consumo. Ellos se comunican entre sí mediante el móvil o las redes sociales, mientras que a sus padres y a la sociedad les mandan mensajes cifrados dentro de miles de botellas que quedan tiradas en la vía pública tras una noche de juerga. Han sido capaces de convocar “macrobotellones” en varias ciudades españolas que han puesto en guardia a los ayuntamientos y a la sociedad entera. El más conocido (y ya tradicional) tuvo lugar este fin de semana en Granada y acogió a más de veinte mil jóvenes. A los políticos y a los periodistas parece que sólo les interesa la seguridad vial, la salud pública (¿?), la limpieza de las calles, las molestias que puedan causar a los vecinos, la venta ilegal, los “retornos económicos”, el turismo… A nosotros nos preocupan otras cosas. Como no escuchamos a los adolescentes y no leemos los mensajes que nos dejan en miles de botellas, no nos llegamos a formular la pregunta fundamental: ¿por qué beben? Y no lo hacemos porque tenemos miedo a enfrentarnos con nuestras propias miserias, con nuestros propios errores, con nosotros mismos. 2 Los jóvenes beben para divertirse, es verdad; les gusta beber porque encuentran en la bebida el rito iniciático para abandonar la niñez y adentrarse en la vida adulta; el alcohol es un gran aliado de la noche y de la diversión, su efecto desinhibidor amortigua su conciencia, les hace ser más sociables y más atrevidos sexualmente. Pero los jóvenes beben también porque lo han visto hacer a los mayores: la aceptación social del alcohol en nuestra cultura hace que sea muy asequible y que su consumo no esté tan mal visto como el de otras drogas. Fijémonos en el ejemplo que les estamos dando: si nosotros, de manera inconsciente, asociamos fiesta con bebida, no nos debería extrañar que ellos también lo hagan. Estamos predicando hipocresía. Las razones que les damos para que no beban no son convincentes. Ellos necesitan algo más que razones higiénicas (en el sentido etimológico de la palabra), pues ven la salud como un valor todavía lejano; no les valen los imperativos hipotéticos, del tipo “si bebes, no conduzcas”, porque realmente no les estamos diciendo lo que deben o no hacer. Aunque no lo parezca, nos están demandando criterios y límites, que les digamos que “no” (de forma categórica); no quieren que seamos sus amigos, sino que ejerzamos de padres. Quieren que les demos razones éticas para actuar, lo que implica alternativas a una sociedad que sólo pone sus miras en pasarlo bien, en disfrutar de la vida (haciendo un botellón o lo que sea). Los adolescentes van introduciendo sus mensajes en botellas y las van lanzando a un mar agitado a ver si alguien acude en su ayuda. Unos piden que les salvemos de un buque a la deriva, otros que los rescatemos de la isla en la que se encuentran. Los jóvenes organizan botellones, pero no quieren quedarse encerrados para siempre, como esos veleros en miniatura, dentro de una botella. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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