lunes, 15 de mayo de 2017

Fiesta de la Sagrada Familia (2012). La familia es escuela de fe y, también y no menos importante, escuela del más rico humanismo. La familia es la primera escuela de vida cristiana. En ella se aprenden los valores morales; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible e inalienable. Valores esenciales de la vida humana en los que hay que educar a los hijos.



1 Fiesta de la Sagrada Familia (2012). La familia es escuela de fe y, también y no menos importante, escuela del más rico humanismo. La familia es la primera escuela de vida cristiana. En ella se aprenden los valores morales; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible e inalienable. Valores esenciales de la vida humana en los que hay que educar a los hijos. Cfr. Domingo de la S. Familia 30 diciembre 2012, Ciclo C Eclesiástico o Sirácida 3, 2-6.12-14; Sal 127 1-2.3.4-5; Colosenses 3, 12-21; Lucas 2,41- 52 Lucas 2, 41-52: 41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. 42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta 43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen su padres. 44 Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos; 45y al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en su busca. 46 Y al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; 47 todos los que le oían, quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. 48 Al verlo se maravillaron , y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos.» 49 Y él les dijo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?» 50 Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. 51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y les estaba sujeto. Su madre conservaba todas estas cosas en su corazón. 52 Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres. Primera Lectura, Eclesiástico 3, 2-6.12-14: 2 Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. 3 Quien honra a su padre expía sus pecados; 4 como el que atesora es quien da gloria a su madre. 5 Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. 6 Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre. 12 Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. 13 Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. 14 Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para ti restauración en lugar de tus pecados. Segunda Lectura, Colosenses 3, 12-21: 12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, con entrañas de misericordia, con bondad, con humildad, con mansedumbre, con paciencia. 13 Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. 14 Sobre todo revestíos con la caridad que es el vínculo de la perfección. 15 Y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones, pues también a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. 16 Que la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente. Enseñaos con la verdadera sabiduría, animaos unos a otros y cantad agradecidos en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos espirituales; 17 y todo cuanto hagáis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. 18 Mujeres, sed dóciles a vuestros maridos, como conviene en el Señor. 19 Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas. 20 Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, pues esto es agradable al Señor. 21 Padres, no os excedáis al reprender a vuestros hijos, no sea que se vuelvan pusilánimes. 1. Breve introducción a la primera y segunda lectura. Primera lectura del Libro del Eclesiástico o Sirácida. • Unos dos siglos antes de Cristo comenzó en Palestina la helenización de las ideas y las costumbres. Al principio fue un proceso favorecido por la moda de la clase dirigente, más tarde impuesto pragmáticamente por la política de Antíoco Epífanes (175-173). Ben Sirá, el autor del Eclesiástico, representa la vieja sabiduría de Israel que sale al paso de estas innovaciones extranjerizantes. Es comprensible que en aquella situación de colonización cultural, el sabio de Israel se preocupara especialmente de la educación de la juventud y pusiera sus ojos en la familia, que siempre ha sido el baluarte de las tradiciones de un pueblo. El esquema de la familia es patriarcal: el padre, la madre y los hijos constituyen una jerarquía, un orden santo que es menester conservar a toda costa. Una familia así privilegia el pasado y la estabilidad, consiguientemente la tradición y el orden. Para mantener dicha estructura en beneficio de la herencia espiritual de Israel, Ben Sirá inculca a los jóvenes todas aquellas virtudes que la favorecen: la obediencia, el respeto a los mayores, la solicitud por los padres que se encuentran en necesidad y confiere a dichas virtudes un valor religioso. 2 Segunda Lectura, de la Carta de San Pablo a los Colosenses • La convivencia se construye si todos procuramos tener los mismos sentimientos que Cristo y somos compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Refiriéndose no ya solamente a la sociedad en general, sino a la familia en particular, Pablo se dirige a las mujeres y a los maridos, a los padres y a los hijos, y les anima a vivir según conviene "en el Señor". Aunque en el pensamiento de Pablo podamos encontrar ideas que corresponden a la concepción del matrimonio de su tiempo, encontramos aquí el nuevo espíritu de la fraternidad cristiana. Pablo señala no sólo los deberes de la mujer hacia el marido sino también los deberes del marido respecto a su mujer y de los padres respecto a sus hijos. 2. El horizonte de la fe en la familia. “Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor” (Lucas 2, 22-23) o La familia es la primera escuela de vida cristiana (cf. CEC n. 1657) • El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice cuál es el primer significado de esa presentación de Jesús en el Templo: “La Presentación de Jesús en el Templo (Cf Lucas 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (Cf Exodo 13, 2. 12-13)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 529). • La apertura a Dios es lo que hace ejemplar a la familia de Nazaret para todas las familias cristianas. Es muy importante que la familia viva su vida en la fe, de modo que a la luz de ésta los miembros de la familia interpreten todas las etapas y los sucesos que miden la misma vida. “Las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia doméstica» (Lumen Gentium, 11; cf Familiaris consortio, 21)”. (Cfr. CEC 1656). o Los hijos aprenden en la familia a descubrir su vocación, lo que Dios quiere de ellos: los padres han de fomentar la vocación personal de cada hijo (cfr. CEC 1656; Lumen gentium, 11). • Familiaris consortio, n. 53: “La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios”. o Las diversas circunstancias de la vida de familia son vistas como vocación/llamada de Dios y son realizadas como respuesta filial a su llamada. • Familiaris consortio, n. 59: La vida de oración en la familia “tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos.” 3. El niño iba creciendo y fortificándose (Lucas 2,40). Familia y sociedad: el hogar es «escuela del más rico humanismo» (Cfr. Gaudium et spes, 52,1; CEC 1657) o En la familia se aprenden los valores morales; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La familia es escuela del más rico humanismo. • CEC, n. 2207: “La familia es la «célula original de la vida social». Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad”. • CEC 1657: “El hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y «escuela del más rico humanismo» (Gaudium et spes 52, 1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.” • Familiaris consortio, 64: “Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del amor, la familia 3 cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio a cada hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.” o La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible e inalienable. Hay que reconocer a los padres como como los primeros y principales educadores de los hijos. Deben crear un ambiente de familia que favorezca la educación integral y social de los hijos. • Familiaris consortio, 36. “La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan» (Declaración sobre la educación cristiana de la juventud, Gravissimum educationis, 3). El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.” o Valores esenciales de la vida humana en los que hay que educar a los hijos. cfr. Familiaris consortio, 37 a) En la justa libertad ante los bienes materiales. “Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene» (Conc. Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, 35)”. b) Los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia sino, más aún, del verdadero amor 1 . La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. “En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera 1 Nota de la redacción de Vida Cristiana: algunos ejemplos de mentalidades difusas hoy día que se oponen al “verdadero amor”. A) Benedicto XVI, Homilía de la Misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias, 3 de junio de 2012: “El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad justa, ya que supone una competencia exasperada, fuertes desigualdades, degradación del medio ambiente, carrera consumista, pobreza en las familias. Es más, la mentalidad utilitarista tiende a extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares, reduciéndolas a simples convergencias precarias de intereses individuales y minando la solidez del tejido social”. B) Benedicto XVI, Homilía en la Jornada Nacional de las Familias, Zagreb (Croacia), 5 de junio de 2011: “En la sociedad actual es más que nunca necesaria y urgente la presencia de familias cristianas ejemplares. Hemos de constatar desafortunadamente cómo, especialmente en Europa, se difunde una secularización que lleva a la marginación de Dios de la vida y a una creciente disgregación de la familia. Se absolutiza una libertad sin compromiso por la verdad, y se cultiva como ideal el bienestar individual a través del consumo de bienes materiales y experiencias efímeras, descuidando la calidad de las relaciones con las personas y los valores humanos más profundos; se reduce el amor a una emoción sentimental y a la satisfacción de impulsos instintivos, sin esforzarse por construir vínculos duraderos de pertenencia recíproca y sin apertura a la vida. Estamos llamados a contrastar dicha mentalidad”. 4 justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad 2 ; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad.” c) Educación para la castidad como virtud que desarrolla la madurez de la persona, como educación para el amor, como don de sí mismo, frente a una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. “La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor. La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres. La castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana. Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana. Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia.” www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 2 Cfr. Familiaris consortio, n. 21: “Todos los miembros de la familia, cada uno según su propio don, tienen la gracia y la responsabilidad de construir, día a día, la comunión de las personas, haciendo de la familia una «escuela de humanidad más completa y más rica»: ( Conc. Ecum. Vat. II, Const. pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 52) es lo que sucede con el cuidado y el amor hacia los pequeños, los enfermos y los ancianos; con el servicio recíproco de todos los días, compartiendo los bienes, alegrías y sufrimientos.”

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