martes, 16 de mayo de 2017

La familia y el trabajo. «Armonizar el tiempo del trabajo y la exigencias familiares». Promover la familia natural y el matrimonio verdadero, y crear unas relaciones laborales que faciliten la conciliación, es un requisito indispensable para «edificar una sociedad justa». Así lo ha recordado Benedicto XVI, en Milán, durante el VII Encuentro Mundial de las Familias



1 La familia y el trabajo. «Armonizar el tiempo del trabajo y la exigencias familiares». Promover la familia natural y el matrimonio verdadero, y crear unas relaciones laborales que faciliten la conciliación, es un requisito indispensable para «edificar una sociedad justa». Así lo ha recordado Benedicto XVI, en Milán, durante el VII Encuentro Mundial de las Familias Cfr. Benedicto XVI reclama, en Milán, «armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias familiares» - La familia, única fuerza capaz de cambiar el mundo. José Antonio Méndez, Alfa y Omega, n. 789, 7 de junio de 2012. Benedicto XVI saluda a una madre con sus dos hijos, ante la mirada de los cardenales Scola, arzobispo de Milán, y Antonelli, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia. Antes de que la crisis dinamitase el occidental way of life, el éxito laboral y la superabundancia económica alimentaban la llama del hedonismo y, en consecuencia, enfriaban las relaciones conyugales y familiares. Ahora, la debacle social y financiera que recorre Europa ha evidenciado que la felicidad no anida en lo material, sino en aquellos valores que se viven y transmiten, precisamente, en la familia, que ha resultado ser el refugio más fiable y seguro contra la tormenta del desempleo y del desnorte moral. Por eso, Benedicto XVI ha querido hilar, durante el VII Encuentro Mundial de las Familias, de Milán, las realidades sobre las que gravita la sociedad: la familia, donde se edifica a la persona; la actividad laboral, que estructura las relaciones sociales; y el tiempo libre, que revela dónde pone el hombre su corazón. Así, arropado por más de un millón de fieles de todo el mundo, el Papa recordó que la familia es «patrimonio principal de la Humanidad», porque es en ella «donde se experimenta, por primera vez, que la persona no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; donde se comprende que la autorrealización no consiste en ponerse en el centro, guiados por el egoísmo, sino en donarse; donde se empieza a encender en el corazón la luz de la paz para que ilumine nuestro mundo». Y pues las familias de hoy son la fragua en que se forjan los hombres que han de guiar a la Humanidad a un mañana mejor, más próspero por ser más humano, cae de suyo que «la legislación y las instituciones estatales deben estar al servicio de la familia, fundada en el matrimonio y abierta a la vida; y reconocer el derecho primario de los progenitores a la libre educación y formación de los hijos», y que compensa que «los empresarios piensen en la familia y en cómo ayudar a que las dos prioridades -trabajo y familia- puedan conciliarse». Ahora bien, el Papa no se ha limitado a reclamar ayudas externas, sino que apeló a la coherencia de las propias familias cristianas. Porque «armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la paternidad y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano», pero no es fácil y exige hacer renuncias: «El proyecto de Dios y la experiencia misma muestran que no es la lógica unilateral del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad justa». De ahí que Benedicto XVI pidiera a cada familia que anteponga «la lógica del ser 2 respecto a la del tener: la primera construye, la segunda termina por destruir». Y añadió: «Es necesario aprender, antes de nada en familia, a creer en el amor auténtico, el que viene de Dios y nos une a Él, y precisamente por eso nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea todo para todos». No son las palabras de un iluso. Benedicto XVI sabe que se puede vivir así en el hogar, y que la sociedad tiene arreglo con ayuda del Dios que es amor, porque, aunque «vuestra vocación no es fácil de vivir, especialmente hoy, el amor es una realidad maravillosa, la única fuerza que puede, de verdad, transformar el mundo». www.parroquiasantamonca.com Vida Cristiana

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