miércoles, 24 de mayo de 2017

Paternidad/maternidad 2: la maternidad es una evidencia que no admite dudas. Un hombre puede ser padre y no haberse enterado. La verdadera paternidad es un proceso asumido de la mano de una madre que va mostrando el camino y habilita al hombre para que actúe como tal, para que se sitúe donde le corresponde.



1 Paternidad/maternidad 2: la maternidad es una evidencia que no admite dudas. Un hombre puede ser padre y no haberse enterado. La verdadera paternidad es un proceso asumido de la mano de una madre que va mostrando el camino y habilita al hombre para que actúe como tal, para que se sitúe donde le corresponde. Cfr. Alvaro Sierra, La afectividad, eslabón perdido de la educación, Eunsa 2008, parte I Los fundamentos de la afectividad pp. 19-66. o El camino de la paternidad pp. 44-46 La maternidad es una evidencia que no admite dudas A una madre se le pueden arrebatar los hijos, pero jamás se le puede negar la maternidad. Ella es madre por naturaleza y mientras albergue un mínimo de conciencia y razón siempre poseerá datos inequívocos de su condición de madre: sus ciclos hormonales o menstruales se interrumpen; aparecen los primeros síntomas y luego signos claros de gravidez; hacia el cuarto mes ya siente el movimiento del hijo en su vientre y posteriormente le sobrarán evidencias que confirmen la existencia del hijo dentro de ella y su próximo parto. El obstetra o la matrona podrán decir de ella que colaboró o no al momento del parto, si las circunstancias le permiten parir al hijo por donde Dios manda. Quienes son testigos de su maternidad podrán decir de ella que es una buena o mala madre, pero nadie podrá «quitarle lo bailado». Ella es mamá y punto. Conservo muy nítida en mi memoria una escena que presencie cuando trabajaba en un hospital materno-infantil en Medellín. Estaba hablando con una madre dada de alta con su bebé ocho días después de un parto normal. A medida que transcurría la consulta notaba que esta mujer, de no más de 30 años se iba tornando ansiosa y aparentemente desinteresada de la conversación que sosteníamos. Súbitamente, rompió a llorar, mientras que de sus senos comenzó a manar leche en forma tan abundante que goteaba a través de sus ropas. Su niño había quedado en casa y la consulta se había demorado un poco más de lo calculado. Justamente su nerviosismo obedecía a que la madre, perfectamente sincronizada con su hijo, sabía que mientras sus senos se tornaban turgentes y la leche brotaba espontáneamente de sus pezones, el niño debía de estar llorando de hambre en casa. Para esta madre, su maternidad era una evidencia que no admitía dudas. Tampoco a mí me quedaron dudas sobre el tema y de seguro que la persona que cuidaba al niño, mientras la madre asistía a la consulta médica, y era testigo de su llanto vehemente a la hora en que mamá debería alimentarlo, tenía menos dudas aún. Un hombre puede ser padre y no estar enterado En cambio, de la paternidad no podemos decir lo mismo. Si bien la fecundación de la madre por parte del padre es un fenómeno natural, demostrable mas no evidente a simple vista, los demás hechos que construyen y determinan la paternidad, más que naturales son funcionales y como tales dependen de realidades por fuera del sujeto en cuestión que van guiando y condicionando su comportamiento. Es por esto que un hombre puede ser padre y no estar enterado. O puede estar enterado, pero este solo dato no modifica su percepción de sí mismo, ni su conducta; o simplemente puede ser alguien que ajusta su comportamiento a unos estereotipos que le son impuestos, sin que esto influya significativamente en su persona. Total, se puede actuar como un padre sin serlo, pero también se puede ser padre y no actuar como tal y, para el caso, es como si no lo fuera. Poner frente a alguien una prueba genética que certifique su paternidad biológica no lo hace actuar y menos aún sentirse como tal. La verdadera paternidad es un proceso asumido de la mano de una madre que va mostrando el camino y habilita al hombre para que actúe como tal. El que un padre se haga cargo de su papel frente al hijo depende, en un porcentaje muy alto, del empeño que ponga la madre para situarlo en el lugar que le corresponde. La verdadera paternidad es un proceso asumido de la mano de una madre que va mostrando el camino y habilita al hombre para que actúe como tal. La mujer, que ostenta una maternidad natural e indiscutida, es quien convoca al hombre a la paternidad, haciéndole partícipe de su realidad de madre, invitándolo de mil maneras a participar de todos aquellos detalles que configuran la cotidianidad de una familia. El que un padre se haga cargo de su papel frente al hijo depende, en un porcentaje muy alto, del empeño que ponga mamá para ubicarlo en el lugar que le corresponde. Si la madre desea desconocer al padre marginarlo o simplemente confinarlo a una paternidad nominal, solo tiene que mostrarse excesivamente «diligente» ocupando en el hogar y en la realidad del hijo sus espacios y los del padre, aunque luego, más tarde o más temprano haya de sentirse agobiada y no pocas veces estafada por un esposo-padre que solo alcanza a ser un proveedor de recursos materiales en el mejor de los casos. Muchas madres se confían pensando que el esposo será un buen padre porque en su hogar paterno tuvo muy buen ejemplo. Indudablemente, este antecedente actúa muy positivamente sobre el futuro padre pero no es suficiente. La paternidad no es una conducta aprendida pasivamente sino, ante todo, una condición, una forma de ser, de estar y de actuar que se va desplegando, de la mano de la madre y frente a cada hijo en concreto, como se verá en el siguiente apartado.

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