lunes, 26 de junio de 2017

Domingo 4º del Tiempo Ordinario, Ciclo B, 2015. Para entrar en el Reino de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús, que enseña como «quien tiene autoridad» y «manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Refrenda el poder de su palabra liberando a un endemoniado.





1 Domingo 4º del Tiempo Ordinario, Ciclo B, 2015. Para entrar en el Reino de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús, que enseña como «quien tiene autoridad» y «manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». Refrenda el poder de su palabra liberando a un endemoniado. Cfr. 4º domingo tiempo ordinario, Ciclo B, 1 febrero 2015 Evangelio: Marcos 1, 21-28; Deuteronomio 18, 15-20 Deuteronomio 18: 15 Yahveh tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis. 16 Es exactamente lo que tú pediste a Yahveh tu Dios en el Horeb, el día de la Asamblea, diciendo: «Para no morir, no volveré a escuchar la voz de Yahveh mi Dios, ni miraré más a este gran fuego». 17 Y Yahveh me dijo a mí: «Bien está lo que han dicho. 18 Yo les suscitaré, de en medio de sus hermanos, un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él les dirá todo lo que yo le mande. 19 Si alguno no escucha mis palabras, las que ese profeta pronuncie en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas de ello. 20 Pero si un profeta tiene la presunción de decir en mi nombre una palabra que yo no he mandado decir, y habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá.» Marcos 1, 21-28: 21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: 24 «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.». 25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» 26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. 27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.» 28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea. Les enseñaba como quien tiene autoridad. Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen. (Marcos 1, 22 y 27) 1. Jesucristo: su identidad Jesús enseña en la Sinagoga o Él mismo es la palabra viviente y sustancial de Dios; no solamente anuncia el mensaje de Dios, sino que lo realiza con obras de salvación. • En el evangelio se describe la llegada de Jesús a Cafarnaún, que se encuentra sobre la ladera del lago de Tiberíades. En San Mateo (4,13) se nos dice que después de dejar Nazaret, fue a residir en Cafarnaún, que es el centro de su actividad en Galilea. Encontró hostilidad a pesar de que hizo bastantes milagros (por ejemplo la curación del hijo del Centurión – Mateo 8, 5-17-, y la de la suegra de Pedro – Marcos 1, 29-34-), por lo que la maldijo (Mateo 11, 23-24 y Lucas 10,15). Al principio solía predicar en la sinagoga, hasta que fue rechazado en la de Nazaret, y, a partir de entonces, predicaba al aire libre o en las casas (Marcos 2,13 y 3, 31-32, por ejemplo). Acerca de la predicación en la sinagoga, cualquiera que tuviese conocimientos podía dirigirse a la asamblea, sin que hubiese necesidad de algún mandato. • Romano Guardini, El Señor, Ed. Cristiandad 2ª edición 2005, p. 79: “La sinagoga no era el templo, sino una casa de la comunidad, en la que ésta se reunía para orar y escuchar la sagrada doctrina. En ella no oficiaban sacerdotes, sino que cada miembro adulto de la comunidad tenía derecho a tomar la palabra para estímulo de los demás. Recordemos el relato del libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Pablo, de viaje, entra en la sinagoga con sus compañeros. El jefe de la sinagoga les manda a decir: «Hermanos, si queréis pronunciar unas palabras para exhortar al pueblo, hablad». Y Pablo se pone en pie y habla (13, 14- 16). Del mismo modo, Jesús podía hacer, sin más, uso de la palabra. Y lo hizo en toda la región; también aquí, en su pueblo” • En relación con el mensaje de Jesús, se pueden precisar varias cosas: a) Él mismo es la palabra viviente y sustancial de Dios; b) no solamente anuncia el mensaje de Dios sino que lo realiza con obras de salvación. 2 Acerca del contenido, según nos dice San Marcos (1,14), hablaba de la plenitud del tiempo, de la cercanía del Reino de Dios, e invitaba a la conversión. San Marcos frecuentemente se refiere a la reacción de estupor y de admiración de los que le escuchaban. Jesús enseña con autoridad propia: su palabra es la de Dios. Refrenda el poder de su palabra liberando a un endemoniado. Cfr. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros 2007, pp. 129-160: La torá del Mesías. • pp. 132-133: “El Yo de Jesús destaca de un modo como ningún maestro de la Ley se lo puede permitir. La multitud lo nota; Mateo nos dice claramente que el pueblo «estaba espantado» de su forma de enseñar. No enseñaba como lo hacen los rabinos, sino como alguien que tiene «autoridad» (7, 28; cf. Mc 1, 22; Lc 4, 32). Naturalmente, con estas expresiones no se hace referencia a la calidad retórica de las palabras de Jesús, sino a la reivindicación evidente de estar al mismo nivel que el Legislador, a la misma altura que Dios. El «espanto» (término que normalmente se ha suavizado traduciéndolo por «asombro») es precisamente el miedo ante una persona que se atreve a hablar con la autoridad de Dios. De esta manera, o bien atenta contra la majestad de Dios, lo que sería terrible, o bien —lo que parece prácticamente inconcebible— está realmente a la misma altura de Dios.” La potestad se refiere a dos aspectos: a su enseñanza y a su poder sobre el demonio. Cfr. Evangelio de hoy, Comentario de «Nuevo Testamento Eunsa 2004», Marcos 1, 21-28 • “El primer episodio que se narra es la liberación de un endemoniado. El evangelista, haciéndose eco del comentario de la muchedumbre (v. 27), proclama con admiración que Jesús enseñaba y actuaba «con potestad» (v. 22). A lo largo de estos primeros capítulos del evangelio, Jesús irá mostrando que su potestad abarca muchas cosas: las enfermedades y los demonios (1, 29-34), las leyes rituales (2, 18-28), etc. Ahora, sin embargo, la potestad se refiere a dos aspectos: a su enseñanza y a su poder sobre el demonio. Jesús no se remite a la enseñanza de los maestros de Israel, ni siquiera introduce su doctrina, como los profetas, afirmando que proclama la palabra de Dios: su palabra es la de Dios. Y, como para refrendar el poder de su palabra, con ella libera también al endemoniado. (...) Los demonios tienen un conocimiento superior a los hombres, pero frente a Jesús no les sirve para nada. Así, por ejemplo, conocen que Jesús es el «Santo de Dios» (v. 24), pero desconocen que es también el Siervo del Señor que liberará al mundo con la cruz”. o Los demonios que tenemos dentro de nosotros. La «doctrina nueva» de Cristo no es una vaga teoría filosófica sino una fuerza creadora y liberadora. • El hombre que es curado estaba bajo el dominio del maligno; el adjetivo “impuro” indica que el poder que lo tenía esclavo era opuesto a la santidad de Dios y extraño a la creación (cfr. Levítico 11,44). • Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 1996 p. 165: “La palabra de Jesús penetra en nuestra historia e inicia un proceso de aniquilamiento del mal. (...) La «doctrina nueva» de Cristo no es una vaga teoría filosófica sino una fuerza creadora y liberadora. Todos nosotros tenemos necesidad de exterminar los demonios secretos que tenemos dentro y que se llaman, como decía Jesús, “los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez (Mc 7, 21-22)” 1 • Nuevo Testamento, Eunsa 1999, Marcos 7, 1-23: “El origen del pecado y de la mancha moral no hay que buscarlo en lo creado, pues Dios, tras crear todas las cosas, vio que eran buenas (cfr. Génesis 1, 31), sino en el corazón del hombre que, después del pecado original, fue «mudado en peor» y se ve sometido a los asaltos de la concupiscencia. Con esto no se enseña que el hombre no puede vencer (Génesis 4,7), pero sí 1 Cfr. Marcos 7, 20-23: “Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre”. 3 que necesita luchar (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1707) 2 ”. 2. Para entrar en el Reino de Dios es necesario acoger la palabra de Jesús Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios: para ello es necesario acoger la palabra de Jesús. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 543: Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (Cf Mateo 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mateo 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 5). 3. «Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». Los cimientos del edificio cristiano son la escucha y el cumplimiento de la palabra de Cristo. Cfr. Juan Pablo II, Homilía, Pelplin (Polonia), 6 de junio de 1999 Al decir «la palabra de Cristo» no sólo nos referimos a su enseñanza, a sus parábolas y sus promesas, sino también a sus obras, sus signos y sus milagros. Y sobre todo a su muerte, a su resurrección y a la venida del Espíritu Santo. o El edificio de nuestra vida debe ser una casa construida sobre roca. Dejad que Cristo os hable. «Escuchad hoy su voz: 'No endurezcáis vuestro corazón'...» (Salmo 95,8). ¿Qué dice Cristo al respecto en el pasaje evangélico de hoy? Al terminar el sermón de la montaña, dice: «Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca» (Mateo 7,24-25). El caso contrario del que edificó sobre roca es el hombre que edificó sobre arena. Su construcción resultó poco resistente. Ante las pruebas y las dificultades, se derrumbó. Esto es lo que Cristo nos enseña. Los cimientos del edificio cristiano son la escucha y el cumplimiento de la palabra de Cristo. El edificio de nuestra vida debe ser una casa construida sobre roca. ¿Cómo construirlo para que no se desplome bajo el peso de los acontecimientos de este mundo? ¿Cómo construirlo para que, de «morada terrestre», se convierta en «edificio de Dios, una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos»? (cf. 2 Corintios 5,1). Hoy escuchamos la respuesta a esa pregunta esencial de la fe: los cimientos del edificio cristiano son la escucha y el cumplimiento de la palabra de Cristo. Al decir «la palabra de Cristo» no sólo nos referimos a su enseñanza, a sus parábolas y sus promesas, sino también a sus obras, sus signos y sus milagros. Y sobre todo a su muerte, a su resurrección y a la venida del Espíritu Santo. Más aún: nos referimos al Hijo mismo de Dios, al Verbo eterno del Padre, en el misterio de la Encarnación. «Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1,14). (…) «Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». Si, en el umbral del tercer milenio, nos preguntamos cómo serán los tiempos que van a venir, no podemos evitar a la vez la pregunta sobre el fundamento que ponemos bajo esa construcción, que continuarán las futuras generaciones. Es preciso que nuestra generación construya con prudencia el futuro; y constructor prudente es el que escucha la palabra de Cristo y la cumple. Desde el día de Pentecostés, la Iglesia conserva la palabra de Cristo como su más valioso tesoro. Desde el día de Pentecostés, la Iglesia conserva la palabra de Cristo como su más valioso tesoro. 2 “Toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas" (Gaudium et Spes 13, 2). 4 Recogida en las páginas del Evangelio, ha llegado hasta nuestro tiempo. Hoy somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad de transmitirla a las futuras generaciones, no como letra muerta, sino como fuente viva de conocimiento de la verdad sobre Dios y sobre el hombre, fuente de auténtica sabiduría. En este marco cobra actualidad particular la exhortación conciliar, dirigida a todos los fieles «para que adquieran 'la ciencia suprema de Jesucristo' (Filipenses 3,8), 'pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo' (san Jerónimo)» (Dei Verbum, DV 25). Por eso, mientras durante la liturgia tomo en las manos el libro del Evangelio y como signo de bendición lo elevo sobre la asamblea y sobre toda la Iglesia, lo hago con la esperanza de que siga siendo el libro de la vida de todo creyente, de toda familia y de la sociedad entera. Con esa misma esperanza, os pido hoy: entrad en el nuevo milenio con el libro del Evangelio. Que no falte en ninguna casa polaca. Leedlo y meditadlo. Dejad que Cristo os hable. «Escuchad hoy su voz: 'No endurezcáis vuestro corazón'...» (Salmo 95,8). 4. La nostalgia de una casa que no es más que el deseo de una vida plena, feliz, realizada. Cfr. Benedicto XVI en Polonia – Encuentro con los jóvenes – En Cracovia-Błonia, el sábado 27 de mayo de 2006 En el corazón de cada hombre existe el deseo de una casa Amigos míos, en el corazón de cada hombre existe el deseo de una casa. En un corazón joven existe con mayor razón el gran anhelo de una casa propia, que sea sólida, a la que no sólo se pueda volver con alegría, sino también en la que se pueda acoger con alegría a todo huésped que llegue. Es la nostalgia de una casa en la que el pan de cada día sea el amor, el perdón, la necesidad de comprensión, en la que la verdad sea la fuente de la que brota la paz del corazón. Es la nostalgia de una casa de la que se pueda estar orgulloso, de la que no se deba avergonzar y por cuya destrucción jamás se deba llorar. Esta nostalgia no es más que el deseo de una vida plena, feliz, realizada. No tengáis miedo de este deseo. No lo evitéis. No os desaniméis a la vista de las casas que se han desplomado, de los deseos que no se han realizado, de las nostalgias que se han disipado. Dios Creador, que infunde en un corazón joven el inmenso deseo de felicidad, no lo abandona después en la ardua construcción de la casa que se llama vida. ¿Cómo construir la casa llamada vida sobre roca? Amigos míos, se impone una pregunta: "¿Cómo construir esta casa?". Es una pregunta que seguramente ya os habéis planteado muchas veces en vuestro corazón y que volveréis a plantearos muchas veces. Es una pregunta que es preciso hacerse a sí mismos no solamente una vez. Cada día debe estar ante los ojos del corazón: ¿cómo construir la casa llamada vida? Jesús, cuyas palabras hemos escuchado en el pasaje del evangelio según san Mateo, nos exhorta a construir sobre roca. En efecto, solamente así la casa no se desplomará. o a) Ante todo quiere decir construir sobre Cristo y con Cristo: oir sus palabras y ponerlas en práctica, escuchar a Jesús. Pero ¿qué quiere decir construir la casa sobre roca? Construir sobre roca quiere decir ante todo: construir sobre Cristo y con Cristo. Jesús dice: "Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca" (Mt 7, 24). Aquí no se trata de palabras vacías, dichas por una persona cualquiera, sino de las palabras de Jesús. No se trata de escuchar a una persona cualquiera, sino de escuchar a Jesús. No se trata de cumplir cualquier cosa, sino de cumplir las palabras de Jesús. o b) Quiere decir construir con Alguien que nos ama y que es fiel aunque nosotros fallemos. Construir sobre Cristo y con Cristo significa construir sobre un fundamento que se llama amor crucificado. Quiere decir construir con Alguien que, conociéndonos mejor que nosotros mismos, nos dice: "Eres precioso a mis ojos, ... eres estimado, y yo te amo" (Isaías 43, 4). Quiere decir construir con Alguien que siempre es fiel, aunque nosotros fallemos en la fidelidad, porque él no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Timoteo 2, 13). Quiere decir construir con Alguien que se inclina constantemente sobre el corazón herido del hombre, y dice: "Yo no te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (cf. Juan 8, 11). Quiere decir construir con Alguien que desde lo alto de la cruz extiende los brazos para repetir por toda la eternidad: "Yo doy mi vida por ti, hombre, porque te amo". 5 o c) Quiere decir fundar sobre su voluntad todos nuestros deseos, expectativas, sueños, ambiciones, y todos nuestros proyectos, diciéndole: sólo tú tienes palabras de vida eterna. Por último, construir sobre Cristo quiere decir fundar sobre su voluntad todos nuestros deseos, expectativas, sueños, ambiciones, y todos nuestros proyectos. Significa decirse a sí mismo, a la propia familia, a los amigos y al mundo entero y, sobre todo, a Cristo: "Señor, en la vida no quiero hacer nada contra ti, porque tú sabes lo que es mejor para mí. Sólo tú tienes palabras de vida eterna" (cf. Jn 6, 68). Amigos míos, no tengáis miedo de apostar por Cristo. Tened nostalgia de Cristo, como fundamento de la vida. Encended en vosotros el deseo de construir vuestra vida con él y por él. Porque no puede perder quien lo apuesta todo por el amor crucificado del Verbo encarnado. Mientras caminamos en las sendas de la vida, Jesús nos acompaña. A veces no somos conscientes de su presencia de diversos modos. Construir sobre roca significa construir sobre Cristo y con Cristo, que es la roca. En la primera carta a los Corintios san Pablo, hablando del camino del pueblo elegido a través del desierto, explica que todos "bebieron... de la roca espiritual que los acompañaba; y la roca era Cristo" (1 Co 10, 4). Ciertamente, los padres del pueblo elegido no sabían que esa roca era Cristo. No eran conscientes de que los acompañaba Aquel que, cuando llegaría la plenitud de los tiempos, se encarnaría, asumiendo un cuerpo humano. No necesitaban comprender que apagaría su sed el Manantial mismo de la vida, capaz de ofrecer el agua viva para saciar la sed de todo corazón. Sin embargo, bebieron de esta roca espiritual que es Cristo, porque sentían nostalgia del agua de la vida, la necesitaban. Mientras caminamos por las sendas de la vida, a veces quizá no somos conscientes de la presencia de Jesús. Pero precisamente esta presencia viva y fiel, la presencia en la obra de la creación, la presencia en la palabra de Dios y en la Eucaristía, en la comunidad de los creyentes y en todo hombre redimido por la preciosa sangre de Cristo, esta presencia es la fuente inagotable de la fuerza humana. Jesús de Nazaret, Dios que se hizo hombre, está a nuestro lado en los momentos felices y en las adversidades, y desea esta relación, que es en realidad el fundamento de la auténtica humanidad. En el Apocalipsis leemos estas significativas palabras: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). o a) Construir sobre roca significa también construir sobre Alguien que fue rechazado. No nos desanimemos al darnos cuenta de que hoy día sigue siendo rechazado este fundamento, y, por tanto, debemos ser conscientes de la existencia de contrariedades y de pruebas. Amigos míos, ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca significa también construir sobre Alguien que fue rechazado. San Pedro habla a sus fieles de Cristo como de una "piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios" (1 P 2, 4). El hecho innegable de la elección de Jesús por parte de Dios no esconde el misterio del mal, a causa del cual el hombre es capaz de rechazar a Aquel que lo ha amado hasta el extremo. Este rechazo de Jesús por parte de los hombres, mencionado por san Pedro, se prolonga en la historia de la humanidad y llega también a nuestros días. No se necesita una gran agudeza para descubrir las múltiples manifestaciones del rechazo de Jesús, incluso donde Dios nos ha concedido crecer. Muchas veces Jesús es ignorado, es escarnecido, es proclamado rey del pasado, pero no del hoy y mucho menos del mañana; es arrumbado en el armario de cuestiones y de personas de las que no se debería hablar en voz alta y en público. Si en la construcción de la casa de vuestra vida os encontráis con los que desprecian el fundamento sobre el que estáis construyendo, no os desaniméis. Una fe fuerte debe superar las pruebas. Una fe viva debe crecer siempre. Nuestra fe en Jesucristo, para seguir siendo tal, debe confrontarse a menudo con la falta de fe de los demás. o b) Debemos ser conscientes de que habrá contrariedades. Queridos amigos, ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca quiere decir ser conscientes de que habrá contrariedades. Cristo dice: "Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa..." (Mt 7, 25). Estos fenómenos naturales no sólo son la imagen de las múltiples contrariedades de la condición humana; normalmente también son previsibles. Cristo no promete que sobre una casa en construcción no caerá jamás un aguacero; no promete que una ola violenta no derribará lo que para nosotros es más querido; no promete que vientos impetuosos no arrastrarán lo que hemos construido a veces a costa de enormes sacrificios. Cristo no sólo comprende la aspiración del hombre a una casa duradera, sino que también es plenamente consciente de todo lo que puede arruinar la felicidad del 6 hombre. Por eso, no debéis sorprenderos de que surjan contrariedades, cualesquiera que sean. No os desaniméis a causa de ellas. Un edificio construido sobre roca no queda exento de la acción de las fuerzas de la naturaleza, inscritas en el misterio del hombre. Haber construido sobre roca significa tener la certeza de que en los momentos difíciles existe una fuerza segura en la que se puede confiar. o c) Construir sobre roca quiere decir construir con sabiduría: la solidez de la casa depende de la elección del fundamento. Amigos míos, permitidme que insista: ¿qué quiere decir construir sobre roca? Quiere decir construir con sabiduría. Con razón Jesús compara a quienes oyen sus palabras y las ponen en práctica con un hombre sabio que ha construido su casa sobre roca. En efecto, es insensato construir sobre arena cuando se puede hacer sobre roca, teniendo así una casa capaz de resistir a cualquier tormenta. Es insensato construir la casa sobre un terreno que no ofrece garantías de resistir en los momentos más difíciles. Tal vez sea más fácil fundar nuestra vida sobre las arenas movedizas de nuestra visión del mundo, construir nuestro futuro lejos de la palabra de Jesús, y a veces incluso contra ella. Sin embargo, es evidente que quien construye de este modo no es prudente, porque quiere convencerse a sí mismo y a los demás de que en su vida no se desatará ninguna tormenta, de que ninguna ola se estrellará contra su casa. Ser sabio significa tener en cuenta que la solidez de la casa depende de la elección del fundamento. No tengáis miedo de ser sabios; es decir, no tengáis miedo de construir sobre roca. o d) Construir sobre roca quiere decir también construir la vida sobre Pedro y con Pedro, en la Iglesia y con la Iglesia. Amigos míos, una vez más: ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca quiere decir también construir sobre Pedro y con Pedro, pues a él el Señor le dijo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Si Cristo, la Roca, la piedra viva y preciosa, llama a su Apóstol piedra, significa que quiere que Pedro, y con él toda la Iglesia, sean signo visible del único Salvador y Señor. (…) La última palabra es una palabra de esperanza. Jesús dice que, a pesar de la furia de los elementos, la casa no se desplomó, porque estaba fundada sobre roca. Queridos amigos, meditando en las palabras de Cristo sobre la roca como fundamento adecuado para la casa, no podemos menos de notar que la última palabra es una palabra de esperanza. Jesús dice que, a pesar de la furia de los elementos, la casa no se desplomó, porque estaba fundada sobre roca. Con estas palabras nos infunde una extraordinaria confianza en la fuerza del fundamento, la fe que no teme ser desmentida porque está confirmada por la muerte y resurrección de Cristo. Esta es la fe que, años después, confesará san Pedro en su carta: "He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa, y el que crea en ella no será confundido" (1 P 2, 6). Ciertamente "no será confundido...". o El miedo al fracaso no puede frenar los sueños más hermosos: quien cree en Cristo no será confundido. Debemos ser testigos de la esperanza. Queridos jóvenes amigos, el miedo al fracaso a veces puede frenar incluso los sueños más hermosos. Puede paralizar la voluntad e impedir creer que pueda existir una casa construida sobre roca. Puede persuadir de que la nostalgia de la casa es solamente un deseo juvenil y no un proyecto de vida. Como Jesús, decid a este miedo: "¡No puede caer una casa fundada sobre roca!". Como san Pedro, decid a la tentación de la duda: "Quien cree en Cristo, no será confundido". Sed testigos de la esperanza, de la esperanza que no teme construir la casa de la propia vida, porque sabe bien que puede apoyarse en el fundamento que le impedirá caer: Jesucristo, nuestro Señor. (…) 5. El Pan y la Palabra, camino para encontrarnos con Cristo Es Cristo que pasa, 118 Si sabemos contemplar el misterio de Cristo, si nos esforzamos en verlo con los ojos limpios, nos daremos cuenta de que es posible también ahora acercarnos íntimamente a Jesús, en cuerpo y alma. Cristo nos ha marcado claramente el camino: por el Pan y por la Palabra, alimentándonos con la Eucaristía y conociendo y cumpliendo lo que vino a enseñarnos, a la vez que conversamos con El en la oración. Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él. Quien conoce mis mandamientos y los cumple, ése es quien me ama. Y el que me ame será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él (Juan 14, 21). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 

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